La identidad andaluza como identidad cívica


Este trabajo constituye una aproximación al proceso de construcción de la identidad andaluza en la transición a la democracia. En él mostramos cómo, al filo de la reivindicación autonómica, se va configurando un consenso básico entre los partidos de izquierda en torno al significado de Andalucía y al sentido que debe tener el autogobierno que es capaz de empatizar razonablemente bien con la percepción que los propios andaluces tenían de sí mismos.
Este tipo de identidad, escasamente fundamentada en elementos étnicos, se articula en torno a un discurso que interpretaba la situación de Andalucía como de subdesarrollo respecto al resto del Estado y que entendía que la solución a estos problemas solo llegaría de la autonomía y de la democracia. Esta identificación entre democracia, autogobierno y solución a los problemas sociales y económicos constituyó un poderoso instrumento movilizador que, no solo acabó por conseguir una autonomía con las máximas cotas competenciales, sino que también logró alterar el modelo de articulación territorial en el conjunto del Estado.
Pero estas movilizaciones y este éxito no se pueden entender como un proceso dirigido y planificado desde las élites políticas de oposición. Por el contrario en la articulación de los discursos políticos de la izquierda sobre la autonomía y sobre la idea de Andalucía se observa una transformación significativa a medida que las movilizaciones se vislumbran como multitudinarias, especialmente las del 4 de diciembre de 1977.
Todos los partidos de izquierda radicalizan sus posiciones autonomistas entre 1979 y 1980, tanto los que transitan hacia un nacionalismo explícito (PSA y PTA) como los que se mantienen en una autodefinición regionalista (PSOE y UGT). Todos ellos elaboran discursos más complejos que en los primeros años de la transición sobre la cuestión andaluza, incorporando reivindicaciones culturales y una mayor teorización sobre las causas del subdesarrollo.
La reivindicación autonómica andaluza está lejos por tanto de poder entenderse como una manipulación exclusivamente táctica de lucha partidaria como han señalado algunos autores (De la Granja, Beramendi y Anguera, 2003). Frente a los partidarios de una transición promovida desde arriba, el proceso autonómico andaluz les da la razón a los defensores de un proceso de construcción de la democracia entendido como una interacción entre la movilización social y la respuesta de las élites (Pérez Díaz, 1993; Herrera, 2007; Sabio y Sartorius, 2007).
Por último la carga simbólica del término nacionalismo es muy fuerte y puede condicionar la interpretación si se entiende de manera simplista, por ejemplo como sinónimo de etnicidad, exclusión e insolidaridad. Pero términos como nación o nacionalismo no tienen un carácter intrínsecamente negativo o intrínsecamente positivo (Calhoum, 2007). Como ha señalado el politólogo Ramón Maiz (2008) el nacionalismo no es una ideología homogénea y en él se pueden encontrar planteamientos étnico-esencialistas así como concepciones pluralistas de la identidad cultural.
El caso andaluz sirve también muy bien para ilustrar esta cuestión. Con una población mayoritariamente autodefinida como regionalista y con un sentimiento andaluz muy marcado pero compatible con el español, nos encontramos con la paradoja de la existencia de una identidad andalucista muy fuerte y con capacidad de movilización pero explícitamente antinacionalista (al entender este de manera simplificada como exclusivamente étnico). Esta misma percepción se encuentra en la mayoría de los líderes políticos de la transición (Arcas Cubero, 2002).
Nuestro trabajo permite entender mejor esta aparente paradoja. La identidad andalucista está mucho más extendida y genera consensos más amplios durante todo el periodo que el andalucismo político propiamente constituido en nacionalismo (el PSA). El andalucismo se convierte en una identidad política compartida por todas las fuerzas políticas de la izquierda, lo que es especialmente bien interpretado por el PSOE. Significativamente la presencia del PSA y sus resultados electorales decaen a medida que su discurso adopta elementos característicos de un nacionalismo etnicista que casa mal con la sociología de sus votantes e incluso de sus militantes.
Esto no quiere decir que el andalucismo no tuviera presencia social entre 1976 y 1982, sino que sus características definitorias eran políticas y no étnicas.

David Soto Fernández , Universidad Pablo de Olavide
Inmaculada Villa , Universidad Pablo de Olavide
Juan Infante , Universidad Pablo de Olavide
Santiago Jaén , Universidad de Jaén

Puedes consultar y descargar el trabajo completo en http://www.centrodeestudiosandaluces.es/datos/factoriaideas/IFO04_15.pdf

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