Cuando Bertolt Brecht advierte que "la crisis se produce cuando
lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer"
sitúa el debate de manera certera, centra la cuestión para
ideas y organizaciones, aplicable incluso a nuestros proyectos
personales como individuos sometidos a un continuo ejercicio de
metamorfosis vital. Con independencia de lo concreto a lo que se
quiso referir con esta lúcida frase el intelectual y
dramaturgo alemán, su formulación se ajusta a múltiples
situaciones y planteamientos. Una de ellas es de la que hoy
quiero hablar.
Nos asaltan en los telediarios los
saltos de la valla en Melilla. Sabemos que el problema viene
de lejos y me temo tendrá una complicada solución en el futuro.
Hablar en forma resolutiva de las
crisis migratorias es harto complicado. La Historia de las
civilizaciones ha estado plagada de crisis humanitarias siempre que
un grupo de personas decidían, de manera individual o
colectiva, de manera voluntaria o forzada, irse de un lugar
hacia otro. Asistimos escandalizados a la realidad que la frontera
europea posee en los territorios de Ceuta, Melilla y Canarias;
porque nos toca de cerca, muy de cerca. Las imágenes son
aterradoras, el drama personal de cada nombre que hay detrás lo
es mas, sin duda. Mientras el 50% de los africanos, de los habitantes
de un continente entero, viva con menos de un euro al día, la
altura de cualquier valla será siempre insuficiente.
Se van de los países de origen los
mejores, los más fuertes física, pero sobretodo los más
fuertes mentalmente. El drama se incrementa de manera sinérgica
desde el momento en que cuando estas personas llegan aquí (a la
vieja, cansada y secuestrada Europa) todo su potencial
principalmente el mental y social queda anulado en las
garras de un submundo de subsistencia y vergüenzas. Que gente
fuerte se ocupe en una última esperanza en vender pañuelos en
semáforos, en un ejercicio de mímesis con el mobiliario urbano
igual que un banco, una papelera o un poste eléctrico es
simplemente una profunda injusticia y un más que patente
desperdicio de potencial. Ese no puede ser ni debe ser su
futuro.
Mientras tanto lo viejo no acaba de
morir, y lejos de hacerlo renacen con suma eficacia brotes de
xenofobia y fascismo con el aval de gobiernos como el español,
legitimados en las urnas, pero deslegitimados por la decencia y
los más básicos principios de la moral y la ética universal.
Lo nuevo no acaba de nacer. Anhelo
con desesperación, como persona progresista que me siento,
respuestas más contundentes de sindicatos y opciones de izquierdas
que en nuestro escenario político sólo se atreven a mostrar
con timidez sus cabecitas ante la aberración a la que estamos
asistiendo, igual que pequeñas tortugas cuellicortas. En el
fondo de todo esto, subyace la agonía de un modelo obsoleto de
generar riqueza como es la opción capitalista. En ella, el
reparto de la riqueza es una asignatura olvidada y abandonada,
incompatible y encontrada con sus postulados más sagrados. Bajo
el yugo de este modelo, los desequilibrios son cada vez más
importantes y la insensibilidad social y ambiental cada vez está
más presente en el planeta. De esta insensibilidad todos somos
corresponsables en algún modo. Y sin embargo, es el esquema al que
se anclan con pesada insistencia políticos y gestores públicos
de izquierdas y derechas, empresarios, universidades e
intelectuales. Ah, se me olvidaba, y periodistas de
perfiles diversos, preparados y no preparados en el
difícil arte de la interpretación y la comunicación
colectivas.
A veces, a uno se le cansan las manos y las pocas neuronas entrenadas
que le sobreviven ante la perspectiva de ponerse a escribir una
opinión como ésta. Parece que ya está todo o casi todo dicho.
Sin embargo, la insistente realidad me hace reconsiderar el
ejercicio de expresión. Y el acoso de la actualidad me reconduce a
manifestar opiniones. Como pueblo pagaremos esta insensibilidad
colectiva ante este inmenso drama, de ello tengo escasas dudas.
2 comentarios:
Ésto es sólo la punta del iceberg de un sistema que esquilma las riquezas de unos en beneficio de otros. Lo de Ceuta y Melilla es la cara triste cercana que tenemos de este gran problema, pero hay muchos Ceutas y Melillas en este mundo y sobre todo mucha injusticia y hambre en sus lugares de origen.
Para el gobierno de España los problemas de Ceuta y Melilla son más importantes que la invasión de Crimea. Siendo muy espectacular, visual y mediático, no deja de ser un pequeño capítulo dentro de los grandes movimientos migratorios. Por cierto, el 80% o más de los movimientos migratorios son de sur a sur y no de sur a norte. Nos escandalizamos pero sólo nos llega una inmensa minoría que no quiere quedarse en España, sino cruzar a otros países de Europa. No tenemos glamour ni para los africanos.
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