Cuando los y las jóvenes dicen que ir a clase
no tiene sentido en un planeta sin futuro, no solo están diciendo una
realidad evidente. Están actuando de una manera profundamente histórica y
política. Con ese sencillo mensaje y las concentraciones semanales que
están llevando a cabo los viernes ellos nos están diciendo que esos
actos dan sentido a sus vidas. Que sus vidas están dando sentido a una
época. Y que esta época está dando un nuevo sentido a la historia.
Porque tenemos que admitir que tras estas movilizaciones ya nada será
igual. Con estas movilizaciones nacionales e internacionales, Mayo del
68 tiene su continuidad en Marzo del 19.
Esta continuidad se ve en la actualidad
de algunas consignas de Mayo del 68: rompamos los viejos engranajes (del
consumo y la producción desmedida); bajo el empedrado está la playa
(bajo el asfalto y el cemento está la tierra); vuelta a la normalidad
(en cuanto a la asunción de los límites que tiene el planeta). Éstas
alcanzan todo su sentido hoy, en Marzo del 19, no solo simbólicamente,
sino literalmente. Cobran un sentido más profundo, histórico, del que
tuvieron cuando se formularon en el 68, en cuanto que ellas ahora no
significan solo un cambio epocal o una modificación de los usos y
costumbres sociales, otra forma de estar en el mundo. Lo que dicen las
consignas que usan los jóvenes hoy, es que es necesaria una nueva
relación con la Naturaleza: no hay planeta B; cambiemos el sistema, no
el clima; salvemos el planeta, escrito en sus pancartas hechas de
cartones reciclados y en sus manos. Su traducción es política es: una
ola verde liderada por mujeres jóvenes, un auge del veganismo y una
reactualización del feminismo con un fuerte componente “eco”.
Estas movilizaciones juveniles, –símbolo
de la alianza entre juventud y ciencia− tienen un significado más
profundo: ser un viraje de la historia y, a la vez, ser la memoria de la
civilización industrial de la que venimos. Ellos han conseguido
suspender la lógica del mundo capitalista como había sido conocida hasta
ahora, demostrando su falsedad (les deja sin futuro). A la vez que
están estableciendo simultáneamente la lógica de una nueva universalidad
que describe lo que hasta ahora pudo ser y no llegó a ser, por estar
toda la vida subordinada a la obtención de beneficio económico.
Frente a la vieja concepción de la
política entendida como una disputa por la forma de estar en el mundo,
los jóvenes nos proponen entenderla de una manera más amplia: como una
forma de estar en el planeta. La degradación ambiental que la
civilización industrial ha causado es de tal magnitud, que los jóvenes
se han topado no solo con toda la porquería que hemos lanzado al aire,
al agua y a la tierra, sino que se han dado de bruces con los límites
del planeta: cambio climático, contaminación por plásticos de las aguas
de todo el planeta y reducción de la biodiversidad. Límites que para
ellos se han convertido en limitaciones que atacan su salud y su
seguridad, que les son impuestas por quienes dicen que les aman.
Ante este futuro −aterrador y frustrante−
los jóvenes nos interpelan. En los organismos internacionales, en los
parlamentos, en la calle. Están concienciados y se han empoderado. Piden
cuentas: ¡por qué no habéis hecho vuestros deberes! Piden explicaciones
a los políticos de por qué no hacen lo suficiente cuando la solución es
conocida: eliminar los gases de efecto invernadero de la economía. Se
preguntan por qué les legamos un planeta sin futuro que les deja sin
destino, si tanto les importamos.
Instalados en el abismo del cambio climático,
la realidad de la vida de cada ser humano ya no puede ser explicada,
comprendida y descifrada solo desde la realidad del mundo (la sociedad) y
sus contradicciones, sino que ésta debe ser revelada, desplegada y
vivida en el contexto planetario degrado por la acción humana. En Marzo
del 19 hemos de escuchar a los científicos y los gritos de nuestros
jóvenes. Actuar de manera inmediata.
Hoy, más que nunca, planeta y democracia forman una realidad
inseparable. La solución de la crisis ambiental solo puede ser alcanzada
entre todos. Como dice Sebastiao Salgado: el ser humano es «la sal de
la tierra». Pero sin aire y sin agua no hay sal.
Francisco Soler
http://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/2019/03/15/marzo-del-19/
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