Flamencos sobrevolando Doñana. Foto: Héctor Garrido
Hoy, después de saber el
resultado de las elecciones autonómicas andaluzas hay mucha gente en
shock. Y para salir de ese estado es necesario contar con claves de
interpretación que a nuestro entender no se están dando. Es momento de
pararse a reflexionar, tanto la sociedad civil, organizada o no
organizada, como las organizaciones políticas, para entender bien el
mensaje de las urnas y dar una respuesta adecuada. Andalucía ha servido
de prueba piloto de la campaña que prepara el populismo ultraconservador
y xenófobo en Europa, de la mano del asesor de Donald Trump, Steve
Bannon, que ha diseñado la campaña y el discurso de VOX, y que cuenta
con recursos necesarios y el relato propicio, para asaltar el parlamento
europeo constituyendo un poderoso grupo parlamentario.
En Andalucía se da la circunstancia de que hemos tenido 40 años de un
gobierno incapaz de reducir la desigualdad y la pobreza, que amenaza al
46% de la población, situación fronteriza, cultura cortijera y caciquil
persistente. Estamos a la cola de una Europa que ha impuesto la
precariedad laboral y el miedo al futuro, sin voluntad de emprender una
agenda social que dé respuesta a las demandas sociales. Este es el
caldo de cultivo favorable al populismo ultraconservador y xenófobo que
ha llevado a la presidencia a Trump, canalizando la justa indignación de
aquellos dejados en la cuneta por el «sistema establecido». Saben que
hay una base social propicia en todo el mundo y encuentran sus votantes
en los barrios olvidados, en los municipios fronterizos, allí donde el
paro o la emigración es el único horizonte y allí dónde son más visibles
los nuevos chivos expiatorios, las personas migrantes.
Pero hay un elemento aún más determinante de esta
ofensiva y que pasa aún más desapercibido. La amenaza de colapso
económico por falta de recursos energéticos y materiales, la pugna por
el espacio vital de Estados Unidos y de Europa, por lograr asegurarse,
usando todos los medios disponibles, incluida la guerra, el
abastecimiento de unos yacimientos menguantes de petróleo y gas, de
minerales raros imprescindibles para mantener la sociedad de la
información y que están en el corazón de África, por asegurarse el
suministro de fosfatos para la agricultura, etc. Y para ese escenario es
muy funcional, como lo fue en los años 30, el auge de ideologías
autoritarias capaces de generar sentimiento de unidad en torno a
símbolos patrios y señalando a unos enemigos que nos invaden y amenazan
nuestra cultura cristiana con sus mezquitas y sus velos. El discurso del
odio, autodestructor, es funcional para un capitalismo que ha superado
los límites del planeta y que es incapaz de emprender la vía de la
cooperación y la fraternidad para asegurar un buen vivir universal
dentro de los límites planetarios.
Pero no podemos
resignarnos. Frente a la política del odio, solo se puede contraponer la
esperanza bien fundamentada en que otro mundo es posible si estamos
dispuestos a pararnos a pensar y cambiar nuestra forma de actuar
partiendo de una premisa sencilla sobre la que cimentar un amplio
consenso social: no tenemos planeta B y ni la vía del sálvese quien
pueda, ni la del odio que lleva a la guerra por los recursos son la
solución. Para ello es necesario volver a poner en el centro los mejores
valores humanísticos tanto religiosos como laicos que ha construido la
humanidad, unir la voz de los científicos hijos de la ilustración con la
de los líderes éticos del mundo.
El odio no se apaga
ni con más odio ni con más fuerza. Pero el amor y la bondad son
radicales y revolucionarios. Esto lo comprendieron muy bien los primeros
cristianos que opusieron a la brutalidad de Roma el amor. Y los
revolucionarios franceses cuando proclamaron la fraternidad como una de
las divisas del mundo nuevo que querían alumbrar. Aunque la burguesía se
apropió de la libertad a secas. Y el socialismo olvidó la fraternidad.
Esta última, la fraternidad, es la bandera a levantar y reivindicar.
Donde todas las personas caben sin exclusión y todas las aportaciones
suman. No hay barrera más dura de atravesar, a pesar de su aparente
fragilidad que la del amor y la fraternidad.
Ésta es
la semilla que hay que plantar y hacer germinar en esta sociedad nuestra
desesperanzada. Una semilla que ha de ser regada con la ilusión. Porque
sin ilusión y sin esperanza la democracia se marchita, como estamos
viendo en estos tiempos de los Trump, Le Pen Salvini, Bosonaro. Es
necesario que hablemos sin tapujos de lo que está ocurriendo social y
ambientalmente, a la vez que transmitimos ilusión y esperanza. Sí. Hemos
de repetir este mensaje una y otra vez.
En estos
tiempos en que parece que puede soplar, otra vez, el huracán de la
historia, ni el humanismo ni la solidaridad quizás sean suficientes.
Quizás sean necesarias invocaciones más poderosas. Y no hay nada más
poderoso que el amor, que políticamente se traduce como fraternidad.
Esta forma de política no impide ni la contundencia de la palabra, ni la
acción civil no violenta de la sociedad, ante los retos climáticos y
ecológicos que tenemos que afrontar y la inoperancia y dejadez de los
políticos actuales, que han corrompido y pervertido el noble arte de la
política y con su actitud están comprometiendo la supervivencia de
muchas personas. Por ello hemos de (re)construir la situación desde
todos los ámbitos.
Para ello tenemos que volver a
ordenar nuestra escala de valores y repensar cómo nos movemos,
alimentamos, producimos y consumimos nuestra energía y todos los bienes
necesarios para asegurarnos un buen vivir en equilibrio con la
naturaleza. La buena noticia es que Andalucía tiene una gran riqueza
agrícola, sol y viento de sobra, una rica tradición rural con valiosos
saberes ancestrales junto con universidades con grupos e institutos de
investigación punteros. Es posible vivir mejor consumiendo menos energía
y menos recursos. Sólo necesitamos activarnos en torno un proyecto
común de esperanza. Desde lo pequeño, desde lo cotidiano. Desde lo
hermoso. Tenemos que desplazar las cosas medio palmo. Medio palmo de
profundidad para que todo sea diferente. Eso es una revolución. Esa es
nuestra tarea hoy.
Esteban de Manuel-Coportavoz de Equo Sevilla
Francisco Soler-Coportavoz de Equo Andalucía
https://www.eldiario.es/andalucia/enabierto/Andalucia-Frente-odio-esperanza_6_843125724.html
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