“Resulta
que al principio de los tiempos, eran
las diosas las que ostentaban el poder. Los hombres se limitaban a
trabajar y de vez en cuando eran requeridos para inseminar. Hasta
aquí ningún problema, se lo conté a un amigo y me dijo ¡Jo, que
suerte, ya me hubiese gustado estar allí! El caso es que siempre
elegían a los mismos, a los más potentes, a los más fuertes, a los
más bellos, a los más inteligentes, a los más capaces con el
objeto de asegurar la calidad de su descendencia. Como es lógico,
eso provocó la ira de los más desfavorecidos, que veían cómo se
iban de este mundo hartos de trabajar sin pena ni gloria; así que
dieron un golpe de estado y las sometieron para siempre. No solo
sometieron a las diosas, también a sus elegidos y desde entonces
parece ser que el poder se transmite de mediocre
en mediocre".
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Es
maravilloso la
masiva manifestación de mujeres en pro del feminismo. Pero al mismo
tiempo no puedo dejar de observar que al movimiento femenino y
feminista, a pesar de sus múltiples logros, le queda aún un largo
camino por recorrer.
El
discurso feminista se adorna ahora con mucha palabrería. Incluso los
hombres
presumen de tener ese lado femenino y casi todos manifiestan que les
gustan las mujeres activas e independientes.
Pero como me dijo un Sr. hace unos días, medio en serio o medio en
broma: ¿Vd. no será muy feminista, verdad? Porque en el fondo hay
algo que persiste en el subconsciente colectivo: somos buenas o
rebeldes.
A
las buenas, no les importa que el mundo se hunda con tal de que ellas
estén protegidas y a salvo. Mujeres que, frente a la ola de
indignación que invade las calles, ese encierran en su caparazón
como si la cosa no fuese con ellas. Incluso las hay que dicen que la
chica víctima de la manada, tenía que haber medido las consecuencias
de su propia borrachera; sin olvidar a mujeres abogadas o jueces
que han defendido el voto particular de un magistrado.
Las
rebeldes no pueden vivir sin libertad. No aceptan la desigualdad de
derechos y se los ganan a pulso. No se conforman con la
infravaloración de su trabajo. Están hartas de que su aspecto y sus
vestidos importen más que sus acciones. Piden co-rresponsabilidad
con los hijos y las tareas domésticas. Manifiestan su indignación
frente a la dominación y la injusticia patriarcal en todos los
aspectos de su vida.
El
mensaje no deja de ser el mismo: ¡cuidado con las rebeldes!. Dice
una amiga que es curioso como siguen despertando tanta pasión como
miedo las mujeres que no se conforman con las reglas del juego, que
es algo parecido a los cuentos que te contaban cuando eras pequeña.
Tenías unas ganas enormes de oírlos; pero después te hacías pis en
la cama.
En
una sociedad básicamente patriarcal, cada día es una traba para dejar
de ser complacientes y humildes, para que no se nos califique de
orgullosas, histéricas, ambiciosas con ansias de poder; cuando lo
único que manifestamos es que - nosotras - también -podemos.
Las
mujeres somos como el agua, siempre encontramos caminos para salir
adelante. Pero hay barreras invisibles difíciles de superar. Son la
consecuencia de nuestra forma de vivir. Vienen de siglos de
dominación y sometimiento. Nos sentimos culpables cuando, por causa
de nuestro trabajo, no podemos dedicarles todo el tiempo que nuestros
hijos necesitan, ¿culpables por usar ropa que quizás provoque la
lascivia de ciertos hombres?, ¿culpables por ser bellas, jóvenes o
rebeldes?, ¿culpables por nuestra soltería o nuestra independencia?
Todavía
escucho a mujeres
que dicen que desean encontrar a un hombre que las proteja, como si
se tratase de las antiguas coristas. Un hombre de una determinada
edad se convierte en “un soltero encantador”, codiciado por las
mujeres; pero a una mujer se le presupone que su soltería es el
resultado del abandono y sus compañeras de trabajo cuchichean que
algo raro pasa cuando no tiene marido, ni hijos. Y a pesar de que
ella sabe lo desgraciada que son algunas de sus amigas casadas, vive
como si estuviera al borde de la insatisfacción, a la espera de que
un príncipe encantador la aleje de la soledad. Una
soledad que en el fondo es envidiable, porque significa no ser la
mitad de la naranja ¿la mitad de alguien distinto que tendría la
ardua misión de completarnos?
Cuando
una mujer aboga por la igualdad, se enfrenta con el hecho
irrefutable de ser ella misma. La naturaleza nos ha dotado para ser
Diosas del Amor, como lo fuimos antaño; reinas despiertas y no
princesas dormidas; mujeres activas y no rendidas incondicionales.
Por encima de todo, somos resilientes, solidarias, pacifistas,
tenaces, flexibles, conciliadoras... Es en la educación en estos
valores donde reside la esencia de lo femenino.
Nosotras
No
Somos la Manada. La manada es la jauría de unos machos que atacan en
grupo para sentirse seguros. Ese
comportamiento animal no corresponde a los verdaderos hombres, es
injurioso incluso para ellos.
El
feminismo es una actitud, no son palabras. Y algún día ya no será
necesario hablar de feminismo. Un día en el que las mujeres hayamos
dejado atrás nuestra emocional dependencia y que como seres libres,
con defectos y virtudes, nos adentremos en el camino de la evolución
personal, para que el poder no se transmita a hombres y mujeres
mediocres.
Carmen
Ciudad
Women
International League for Peace and Freedom
3 comentarios:
Parodiando al poeta, "habrá un día en que todas y todos, veremos una tierra que ponga libertad"
Ojalá ese día llegue pronto,
tengo tres hijas y dos nietas,
y muchas amigas
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