BAJO EL VELO


Hace ya unos años que unas mujeres árabes me invitaron a un congreso de mujeres que se celebraba en el desierto de Argelina, en Tinfud, la zona más árida y fea del desierto argelino.

A él acudieron mujeres de todos los países árabes y las europeas, que éramos invitadas muy especiales, pudimos escuchar sus historias tan dramáticas como fascinantes.

Por primera vez oí hablar del Jardín de las Mujeres, reservado a las damas de Kabul y que era conocido como Bagh-e-Zenana. Ese jardín delicioso y lleno de flores fue construido por un rey mongol para sus esposas a principios del siglo XX y después se dio acceso a todas las mujeres afganas, de forma que en su interior podían pasear sin velo y sentarse a merendar bajo la sombra de los árboles. Desgraciadamente, el jardín fue destruido por las continuas guerras y por el paso de los talibanes que condenó a las mujeres afganas al silencio y obstracismo total.

Años después, con la ayuda de fondos europeos, el jardín de las mujeres se pudo reconstruir por y para las mujeres, quienes no solamente rehabilitaron ese idílico lugar donde pasearse; sino que también hicieron talleres para aprender diversos oficios, que les permitiera ganarse la vida y hasta hicieron un gimnasio donde ponerse en forma, que hoy en día siguen funcionando.

Durante una semana, bajo unas simples jaimas, que nos resguardaban del calor, escuché atentamente estas y otras historias, a veces tan dramáticas y otras tan fascinantes que no dejaban de asombrarme. Las mujeres árabes han pasado por toda clase de miserias, violaciones, vejaciones y siempre han sabido salir adelante. Aprendí el valor del tiempo, cuando solo hay tiempo, y me enseñaron a olvidar mis pequeñas miserias personales en comparación a sus vidas tan difíciles.

Mientras tomábamos te, apuntaba viejas recetas de lukums y de mermeladas de rosas (algunos lukums se siguen haciendo en Ronda, mi pueblo y siempre había tenido ganas de aprenderlos) y sobre todo, observando a aquellas mujeres de modales femeninos y dulces, a pesar de la dureza del clima y de sus condiciones personales, no podía dejar de pensar que debajo de aquellos velos que casi las cubren por completo -que algunas confesaban que fuera de la casa les sirve para preservarse de la mirada lasciva de los hombres- debajo de aquellos velos pensaba, hay no solamente una enorme dosis de valor; sino que quizás también un toque de lencería fina, de exquisito gusto a la hora de vestir y de sutileza.

Ahora, en Madrid, con la ayuda de ACNUR y de algunos diseñadores madrileños, se confirman mis sospechas. Se ha lanzado por primera vez en España un desfile de moda árabe femenina, que es tan sutil y delicioso como los lukums de esas mujeres. Una acción solidaria y de ayuda a las mujeres árabes que mantienen a sus familias, a pesar de la enorme exclusión social de la que son objeto.


Carmen Ciudad- WILPF

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