“Venimos
del ayer, del pasado oscuro y silencioso,
acalladas,
ninguneadas, silenciadas,
menores
de edad en todos los asuntos”…
(del
poema de Jenny Londoño. Ecuador)
Hace
años
que
una mujer inteligente y valiente, como lo fue Clara Zetkin, abanderó
el movimiento feminista y se instaurauró el Día Internacional de la
Mujer Trabajadora como el día de lucha por los derechos y libertades
femeninos. Desde entonces las mujeres recorrimos el mundo dando
mítines, desfilamos con pancartas, interrumpimos discursos de
dirigentes de izquierdas y de derechas, ganamos el derecho al voto y
la paridad. Hemos pasado de madres y esposas abnegadas, a las chicas
que valientemente cogen su maleta para buscar horizontes más
prometedores, o a las muy arriesgadas empresarias y emprendedoras en
estos tiempos de crisis. Desgraciadamente
en nuestro país chicos y chicas han conseguido la plena igualdad en
materia de desempleo.
Aprendimos
que
“para cambiar la faz del mundo tenemos que estar sólidamente
anclados en él”, como decía Simone de Beauvoir. Pero
también hemos entendido que la mujer que se había lanzado a la
conquista de su libertad sin más armas que la simple imitación del
sexo contrario, caía –como no podía ser de otra forma- en los
mismos errores que el hombre, sobre todo cuando no se elige bien el
modelo a imitar.
Nuestra
sociedad
se ha articulado a lo largo
de siglos alrededor de la dominación y el poder masculinos, a la vez
que hemos tenido como eje a la familia tradicional. Es curioso
observar que en el mundo contemporáneo se está produciendo un
movimiento a la inversa, un movimiento tendente a conocernos a
nosotras mismas y en este sentido las mujeres estamos dejando a un
lado los referentes masculinos para construirnos una identidad basada
en nuestra propia singularidad.
Actualmente
se está produciendo un salto cualitativo en el movimiento feminista
que, como ocurre con todos los cambios, origina no pocos detractores.
"Los
hombres poderosos y brutales, que han dominado el mundo durante mucho
tiempo”. "Su momento ha llegado”,
dijo
la actriz Oprah Winfrey en su discurso en la entrega de los Globos de
Oro el pasado 8 de Enero. Y muchas mujeres hemos empezado a decir
“Me-Too”.
Es un movimiento que va más allá de la denuncia a la agresión
sexual y al acoso por ser bellas o vulnerables; que dice basta ya a
siglos de dominación, que habla de la mujer con sus propias
referencias.
El
término feminista sigue teniendo una mala prensa porque a las
feministas se nos asocia con una especie de “ataque
colectivo de histeria”,
de "desbordamiento",
de
"abuso"
femenino.
Y bastaría con echar una ojeada a la historia para darse cuenta de
que tal desbordamiento y abuso es mayoritariamente masculino. Ahí
están las mujeres del “Me-Too”
para dar fe de ello y para poner voz a tantas otras que no pueden
hablar. Hissa Helad está amenazada de muerte. Aparecía en la TV con
la nijhab que le cubría toda la cara y solo dejaba ver uno ojos tan
expresivos como tristes. Pero la fuerza de su poesia denunciaba el
machismo en Arabia Saudi y ponía énfasis en la situación de las
mujeres más pobres, más deprovistas, más explotadas.
Las mujeres, decía Hissa, somos el alma de la sociedad. Si nos
aislan, si nos matan, matan al alma.
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Nosotras somos agredidas, ninguneadas, acalladas, violadas; desde las sencillas mujeres subsahrianas o árabes, a las mujeres más sofisticadas del mundo.
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A nosotras se nos suele juzgar por la ropa y la apariencia exterior, en lugar de por nuestro talento.
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Nosotras tenemos que demostrar que somos eficaces y que merecemos ese trabajo y que no entendemos la brecha salarial, que incluso afecta a nuestras pensiones.
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Somos nosotras las que compatibilizamos las tareas domésticas con las del trabajo.
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Las que acudimos al rescate de la familia, de los hijos, de los maridos y familiares.
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Las que estamos sobradamente preparadas; pero si queremos ser jefas, se nos dice que somos ambiciosas.
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Las que decimos que no somos ese oscuro objeto de deseo, que somos amantes sexuales y no amadas complacientes, que somos magas sabias que hacemos milagros cada día.
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Las que sin ser moralistas ni moralizantes, recibimos wasthsApps con supuestos piropos y pretensiones eróticas que son una ofensa.
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Si tú puedes, e-él puede, vosotros podéis… ¿por qué nosotras tenemos que desmostrarlo? ¿Por qué tenemos que pasar por experiencias que nos avergüenzan?
Leo
artículos
y escucho debates que me indican que todavía son
sorprendentemente bajas las cifras que ocupamos en los Consejos de
Administración y de poder político; que vivimos en un mundo en el
que sufrimos la mayor violencia masculina y seguimos siendo las
peores pagadas en el mercado laboral, que seguimos ocupándonos del
75% de las labores domésticas. Ahora las mujeres alzamos la voz
hablar de nuestra dignidad, para decir que somos conscientes de
nuestros valores. La igualdad no pasa por la imitación del modelo
mascullino; sino por el respeto desde nosotras a nuestro propio
valor.
La
huelga
que se promovueve para el 8 de Marzo para hacer visibles nuestros
valores, nuestro reconocimiento y nuestra igualdad está más que
justificada y sin duda hay hombres afines que la respaldan, nos
apoyan y nos respetan.
Como
decían los grandes maestros taoistas, "La esencia de lo
femenino es integradora, nos enseña a ceder en vez de luchar, a
expresar sentimientos en lugar de reprimirlos, a ser pacientes y
tolerantes en vez de orgullosos y cargados de prejuicios, flexibles
en lugar de rígidos, blandos en lugar de duros. Más semejantes al
agua que al fuego".
Hoy
me
acuerdo
especialmente
de las madres, de las abuelas, de las mujeres que no aprendieron a
volar porque les cortaron las alas o perdieron sus alas en el
intento, de las que volaron con su solidaridad, su inteligencia, su
arte; pero sobre todo porque siempre estuvieron ahí para enseñarles
que el amor, la educación, la solidaridad y la cultura son los
mejores vehículos para andar por la vida. Y finalmente de las niñas,
porque el mundo se regirá por parámetros femeninos. El mundo del
futuro será el mundo de las mujeres.
Carmen
Ciudad
WILFP
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