En
"Anna
Karenina" Tolstoy escribió que
las familias felices se parecen, en cambio las infelices lo
son cada una a su manera. Basta con darse una vuelta por el foro
para comprobar !cuanta razón tenía Tolstoy!
Cada
dia
me parece más difícil saber algo sobre inteligencia
emocional. Resulta que hay tantas clases de inteligencias que al
final voy a concluir, como en la lógica de Sócrates, que "solo
se que no se nada".
El problema de ser tan lógico es que te quedas sin pasión
y hasta corres el riesgo de terminar con una ingesta de cicuta.
Como
a pesar de todo, todavía me aplico en el intento de aprender,
asistí a una conferencia sobre las Relaciones
de Pareja
y parece que los psicólogos -esos que saben mucho de inteligencia
emocional que el resto de los mortales no aprendemos- han
dando con una serie de fórmulas matemáticas para definirla.
Sería algo así como:
Modelo
de Fusión:
1/2 + 1/2 = 1, es el caso del enamoramiento inicial, de la fusión de
dos medias naranjas, aquí todos nos olvidamos de los amigos, de los
ex, de los problemas con los hijos o con el trabajo, de por donde va
la crisis o los avatares políticos y solo tenemos ojos
para el otro. Claro que hay individuos que no pasan nunca de
esta fase de atolondramiento inicial, que a más de uno nos
encanta, de esa especie de adolescencia permanente. Mi peluquero,
entre corte y corte y sin cortarse un pelo va y te dice: "Estoy
enamoraaaado! Se que después voy a sufrir -dice él- pero ¿y
lo bien que se lo pasa uno?" Y todo esto mientras canturrea
"Esperaaanza
por Dios, Esperaaanza...ya no saabes bailar el Cha,Cha,Cha..."
Definitivamente, he cambiado el sillón del psicoanalista por el de
mi peluquero. Haces risoterapia, sales más guapa y te pegas un
subidón de autoestima.
Otro
Modelo es de Inclusión:
1 + 1 = 1. Aqui dos personas forman una sola. Es el modelo que
se establece cuando ese periodo de "fusión"
ya no funciona. Y como todos sabemos que la fusión
inicial tiene un tiempo de caducidad, suele ser el modelo
que se instala después. Uno de los dos se apodera
del otro, lo engulle en muchos caso; solo que llega el momento en el
que el sometido se cansa de tanto aguante. Las relaciones de
poder son así, hasta que el exclavo se rebela.
Finalmente,
está el Modelo
de Inter-dependencia:
1 + 1 = 3. Como la lógica matemática es ilógica a toda
vista, es el modelo más difícil de ver, sin hablar
de conseguir. Pero este es el que mola. De tal manera
que los dos individuos se funden, se quieren, pero
son personas independientes y completas que se inter-relacionan
a través del respeto y la igualdad afectiva, que han creado esa
tercera personalidad que se llama Amor. Así es que compran
todas las papeletas para estar juntos para los restos, ser felices
y comer perdices.
Si
bien
con la edad nos llega la certeza de que la felicidad es una
sensación transitoria, también es verdad que hay gente que no
reconocería la felicidad ni aunque estuviese delante de ellos
haciendo señales de humo. En cuanto a la infelicidad y las
separaciones, las hay para todos los gustos. Luis Racionero, escritor
y antiguo Director de la Biblioteca Nacional, ha escrito
que "Casi
siempre quienes se separan son las mujeres; el hombre es demasiado
cobarde, irresoluto, acomplejado o indefenso como para elegir la
soledad, la ruptura, el cambio. El hombre ha sido condicionado por su
madre, como un perro de Pavlov, para dos cosas: primero, para
obedecer a la mujer que se ponga en el sitio de ella y segundo, para
ser absolutamente incapaz de vivir solo".
Quizás
sea por eso que se dice que en general los hombres no abandonan
nunca y cuando lo hacen es porque, como Tarzán, tienen una liana a
la que agarrarse... pero digamos a favor de los hombres, que cada vez
hay más hombres que incluso se arriesgan a vivir solos.
Por
nuestro
lado, las mujeres estamos tan inmersas en la
cotidianidad que ni siquiera tenemos tiempo de plantearnos la
separación y solo lo hacemos cuando ya estamos hasta
el moño y nuestra pareja ha pasado a formar parte de la
decoración del sofá o ni siquiera nos mira y ronca
mientras pasan una preciosa película en la tele; o nos
separamos cuando por fin caemos en la cuenta de que
en la casa todos tienen "affaires" menos
nosotras. Esto me lo dijo una amiga con toda su gracia, cuando
cayó en la cuenta de que tenía que divorciarse:
"niña,
que en mi casa todos se acostaban con alguien menos yo".
Como si estuviésemos condenadas a la intendencia del cuartel,
pelando patatas de por vida.
Además,
la sociedad nos ha montado el estatus de tal manera que nos
provoca horror que nos vean con la comitiva de amigas
despechadas, sin un macho que se atreva a acercarse a tanta
fémina. Y es que nosotras cuando estamos solas, no nos sentimos
solas sino desoladas; en lugar de aprovechar ese salto al
vacío para propiciar un encuentro con nosotras mismas,
lejos del rencor que la separación nos produce. Y esto del
"encuentro
con nosotros mismos"
que resulta que es lo que va a mover la sociedad del futuro, que
conste que también serviría para más de uno/a que sale a la
calle creyendo que "estando
en el mercado"
se le resuelve el problema.
En
lo que se refiere al dolor que produce una separación, hay
una diferencia: no es lo mismo separarse de sopetón que separarse
teniendo ya a otra potencial pareja que ya estaba ahí esperándonos.
Lo más civilizado sería una separación por tramos. Vamos
!que te den por lo menos tiempo para amortizar el dolor! Porque, no
nos engañemos... todos sabemos que el que más sufre no es
el que abandona; sino el abandonado. Cuando abandonas, el dolor te
puede durar tres días; sin embargo el otro dolor -el del abandonado-
puede durar de tres meses a tres años.
Dice
el
Sr. Racionero algo así como que "los
artistas necesitan sentirse enamorados para tener inspiración y que
el resto la necesitamos para salir de la monotonía
cotidiana".
El
problema quizás consista en una confusión semántica: llamar Amor a
aquello que no lo es; sino que es más bien su opuesto:
carencia, egoísmo, miedo, celos, posesión,
obsesión, auto-engaño. No lo digo yo, lo dice
el mismísimo Racionero y también que las mujeres queremos
básicamente tres cosas: "Que
las quieran, que las protejan y quedarse con todo" .
Aunque
muchas
de nosotras no estamos precisamente carentes de
experiencias misóginas, desde una perspectiva feminista menos
radical y más humanitaria, creo que las mujeres deberíamos revisar
nuestras posturas a la hora del reparto.
Intentemos
ser felices, SIN comer perdices. Porque: ¿Qué habrán hecho
las perdices para que se las coman? Y sobre todo, porque
hay ciertas féminas que preferimos pactar, en lugar de
sacrifican y que no nos comemos a nadie.
Carmen
Ciudad
WILPF
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