Nadie
a lo largo de un día como hoy lleno de horarios y quehaceres, y con
la pendiente tarea de dedicarse a buscar un regalo ideal para aquella
persona amada se para a pensar en el entramado social del que es
esclavo inconscientemente. Pero, seguro que habrás visto mil
anuncios de colonias, chocolates, escaparates con joyas y a un
dependiente en mitad de la calle vendiéndote flores preciosas.
El
hecho de que San Valentín sea el patrón de los enamorados tiene una
interpretación curiosa, según algunas versiones, el origen está en
los países nórdicos, ya que en estas fechas los animales empiezan a
aparejarse y surge el deseo sexual. En las culturas Clásicas (Grecia
con Eros y Roma con Cupido), tenían sus propios dioses que
favorecían la procreación y el Amor. Pero, no es hasta el siglo III
D. c cuando aparece la versión más verosímil. En esta época se
prohibía el matrimonio a los soldados ya que se creía que los
hombres solteros rendían más en el campo de batalla que los hombres
casados porque no estaban ligados a sus familias, de manera
clandestina San Valentín los casaba, contraviniendo esta orden.
Hasta que este fue detenido, siendo emperador Claudio II, el cual
quedó cautivado de las ideas cristianas, pero los patricios y
militares obligaron ejecutar a San Valentín el 14 de febrero.
Siglos
más tarde, A principios
del siglo XIX, con la reducción de los costos de los servicios
postales en Gran Bretaña, lugar de origen en el SXVIII, se
popularizó el envío de tarjetas de San Valentín anónimas.
Las imprentas comenzaron a producir en Gran Bretaña las
primeras tarjetas genéricas con mensajes, versos y dibujos para
enamorados. Pronto se volverían tan populares que comenzarían a
producirse en masa. Nacía así, la costumbre de enviar tarjetas de
San Valentín genéricas y la comercialización de esta
festividad. Desmontamos así la creencia de América como nido de la
capitalización.
Sin
embargo, sí debemos destacar el papel de Norteamérica y en
concentro el nacimiento en
Estados Unidos de la primera fábrica de tarjetas de San Valentín de
la mano de Esther Howland y con ella, una industria que en la
actualidad mueve miles de millones de dólares al año.
En la década de los años 1920s, también se empezaron a producir tarjetas de San Valentín con frases graciosas o incluso satíricas y de humor ácido, como si fuesen una especie de Anti-Valentín. También eran utilizadas por los detractores a vincular el Día de San Valentín con los enamorados. Las tarjetas iban dirigidas especialmente a los petulantes, a las solteras de edad avanzada, a los dandis que se negaban al matrimonio y a las feministas, en una época en la que se desarrollaban muchas luchas sociales por los derechos de la mujer. En la década de los años 1930s, con la crisis económica hubo caídas de ventas y las tarjetas eran algo más austeras, pero la tradición no se apagó. En los años 1940s, durante la Segunda Guerra Mundial, las tarjetas incluían frases con juegos de palabras relacionados a lo bélico y lo amoroso. Durante el siglo 20, se fueron sumando más productos comerciales relacionados desde hace siglos con el amor.
En
la actualidad son un gran número de países los que lo celebran;
Japón, Italia, Ecuador, Corea del Sur, Chile, Brasil, Argentina,
Dinamarca, Canadá, Puerto Rico o Perú entre otros. Viendo tanto
apoyo y seguimiento internacional a este día me pregunto si
verdaderamente demostramos así nuestro amor o si estamos movidos por
las ofertas comerciales y la presión social, quienes ganan realmente
con todo esto y si de verdad sabemos del pasado para poder entender
el futuro. Aunque, sea analizando de entre muchas otras, una
festividad maquillada con corazones y pintada de rojo.
Nunca
viene mal pararse a leer durante diez minutos y pensar qué
repercusión pueden tener nuestras acciones y sobre qué trasfondo
económico y social estamos creciendo nosotros.
Inmaculada
Lagóstena Utrera
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