Vivimos
un tiempo de hierro. Mecánico. Oxidado. Es el tiempo de la negación
de la Naturaleza que lleva al hombre a su fin. Al fin de la historia
humana. Historia que admite aceleración o frenada, al igual que el
tiempo factual creado. Este tiempo es el de la máquina, reflejado en
la película Tiempos Modernos. Un tiempo sin memoria. Fraccionado.
Acelerado. Un tiempo que «aleja al hombre de la Tierra». Lo
destierra. Es necesario, por ello, recuperar la Tierra. Aceptar el
tiempo geológico. Reconocer el tiempo de vida. Aprender que somos un
instante contingente del tiempo de la Naturaleza.
El ser humano se tiene que arraigar otra vez en la Tierra. Una de las expresiones de esta necesidad de arraigo es la ecología política. Ahondando en su significado puede decirse que ésta es un nuevo helenismo. Su peculiaridad consiste en fusionar la historia humana en la historia del planeta, con un universalismo que abole las diferencias entre especies, razas, sexos o condiciones y habla un idioma común: el del respeto a los límites de la Naturaleza. Es un ideal universal que se funda en la heterogeneidad y la diversidad. En él la pertenencia que disuelve a las demás, es la pertenencia a la Naturaleza. La ecología política no intenta crear un mundo humano, sino reintegrar al ser humano en la Naturaleza. No hay patrias, sino planeta. Trata para ello que el hombre admita que lleva dentro de sí y que le envuelve el espíritu de la Naturaleza. Hombre y Naturaleza son «lo Uno-en-lo-diferente». La ecología política expresa la fusión del hombre en la Naturaleza bajo la voz de la emoción y de la razón. Según este nuevo helenismo cada ser humano se autoconstituye en creador de la armonía de su propia existencia en la Naturaleza. Se convierte en un proyecto ético y estético irrepetible, que permite la continuidad de la misma como un lugar de contingencia.
El ser humano se tiene que arraigar otra vez en la Tierra. Una de las expresiones de esta necesidad de arraigo es la ecología política. Ahondando en su significado puede decirse que ésta es un nuevo helenismo. Su peculiaridad consiste en fusionar la historia humana en la historia del planeta, con un universalismo que abole las diferencias entre especies, razas, sexos o condiciones y habla un idioma común: el del respeto a los límites de la Naturaleza. Es un ideal universal que se funda en la heterogeneidad y la diversidad. En él la pertenencia que disuelve a las demás, es la pertenencia a la Naturaleza. La ecología política no intenta crear un mundo humano, sino reintegrar al ser humano en la Naturaleza. No hay patrias, sino planeta. Trata para ello que el hombre admita que lleva dentro de sí y que le envuelve el espíritu de la Naturaleza. Hombre y Naturaleza son «lo Uno-en-lo-diferente». La ecología política expresa la fusión del hombre en la Naturaleza bajo la voz de la emoción y de la razón. Según este nuevo helenismo cada ser humano se autoconstituye en creador de la armonía de su propia existencia en la Naturaleza. Se convierte en un proyecto ético y estético irrepetible, que permite la continuidad de la misma como un lugar de contingencia.
A diferencia de las doctrinas de hierro del siglo XX: liberalismo y socialismo, cuya expresión política es la construcción de un pueblo o de una casta, la expresión política de la ecología es la construcción de una civilización, que haga realidad la idea de la igualdad fundamental de todos en la Naturaleza. Una Naturaleza como único límite, que disuelve las limitaciones geográficas, étnicas o de otro tipo y abole los puntos étnicos o geográficos destinados al dominio político de los otros: especies y hombres. Esta diferencia tiene su origen en la diferente concepción del tiempo que estas tienen. La ecología política tiene una idea circular del tiempo, profana. Para ésta el origen es el comienzo en una eterna repetición atravesada por el azar. Esta concepción permite que el ser humano siga siendo un ser histórico. Imposibilita el fin de la historia. Para ésta, que subsume en la Naturaleza la naturaleza humana, el acontecimiento que exige que todos crean en él, es el cambio climático. Este suceso muestra la necesidad de una historia con una temporalidad diferente. De un tiempo que cree un lazo con el futuro y cree duración. Evidencia la necesidad de la política. Derivado de ella nacen las nociones de comunidad planetaria, ciudadanía de la Tierra o cuerpo político-biológico. Emerge la civilización de la igualdad fundamental.
En frente está la concepción lineal del tiempo, judeocristiana, que conduce al final de la historia humana, a la caída en el abismo, resultado de la visión del progreso económico, productivista y materialista imperante. Este tiempo, el de la ciudadanía burguesa, trae de la mano la necesidad de expansión del comercio. En él nada nuevo puede ser dicho (todo está inventado ya) y sólo puede ser meramente administrado a través de las «tareas de producción, circulación y consumo». Significa la victoria de la economía y de la administración. El triunfo de la absolutización del trabajo. La victoria del amo sobre el esclavo. Es el preludio, por creencia compartida, del reemplazo de la política por la ciencia.
Treinta y ocho días después de las segundas elecciones generales en España, todas las fuerzas políticas, excepto una, la ecología política, luchan por alcanzar el gobierno de la máquina de producción y consumo. Unos en términos de economía y administración. Otros para la construcción de la unidad popular. Pero hay alternativa. La que aspira a un hacer que no se degrade en la pura actividad y trabajo. La que se afana en un hacer sin perder la dimensión contemplativa. La que inscribe la democracia en la asunción vital del ejemplo que niega la posibilidad de separar la vida de sus formas. La alternativa verde. La historia «no depende del destino, sino del diseño.»
Francisco
Soler
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