El TTIP y demás tratados sobre libre comercio que
se pretenden firmar entre EEUU y la UE: TISA y TAFTA, son los buques
insignia de la armada comercial que EEUU envía a Europa. Igual que
la «Felicísima Armada», apodada por los ingleses «Invencible»,
amenazadora, la flota americana navega a sotavento. Su estrategia es
el desembarco e invasión comercial de Europa. Este plan, sin
embargo, tendrá el mismo fin que la fracasada invasión de
Inglaterra.
Pero, ¿qué son el TTIP, el TISA y el TAFTA? Las
siglas inglesas TTIP significan Tratado Transatlántico de Comercio e
Inversiones. Es un proyecto para establecer una zona de Libre
Comercio entre la UE y EEUU. El TISA es el Acuerdo sobre el Comercio
de Servicios. Tiene como objetivo la liberalización de los servicios
de: empleo, transporte, comunicación, datos, educación, salud,
residuos, suministro de agua, distribución de energía, comercio
digital, servicios legales y subvenciones agrícolas. Y el TAFTA es
un proyecto de Zona de Libre Comercio entre EEUU y la UE, que
incorpora los asuntos de propiedad intelectual y derechos de autor.
Se alinea el proyecto con la industria del entretenimiento
y ataca las licencias creative
commons. A ellos se suma el CETA, que es el Acuerdo Integral
de Economía y Comercio entre la UE y Canadá. El hermano pequeño
del TTIP, del que algunos dicen que es su Caballo de Troya. ¿Pero,
qué se juega España con estos tratados? Un ejemplo anecdótico,
pero revelador: en relación a las denominaciones de origen los
tratados abren la puerta a que imitaciones de vinos como los de Jerez
o los de Málaga, o del turrón de Jijona, puedan exportarse a la UE
bajo esos nombres aun siendo fabricadas en EEUU.
¿Y cuáles son las principales amenazas de estos
tratados?: una menor autonomía legislativa de los Estados; y un
poder sin precedente de las multinacionales, a las cuales se les
otorga capacidad de colegislación, bajo el eufemismo de «cooperación
regulatoria». Esta potestad se apoya en la posibilidad de demandar y
exigir indemnizaciones millonarias a los Estados ante tribunales de
arbitraje privados, si consideran que sus intereses empresariales
pueden ser perjudicados por leyes o políticas. Un ejemplo de esta
capacidad es la reclamación que presentó la empresa canadiense
TransCanada a EEUU por bloquear la construcción de un
oleoducto. Exige 15.000 millones de dólares al Gobierno
estadounidense, por los daños provocados por su negativa a
aprobar la construcción del oleoducto, que hubiera permitido
transportar el crudo desde los yacimientos canadienses hasta las
refinerías estadounidenses en el Golfo de México.
Estos tratados son un peligro democrático, social
y ecológico, y atentan a las soberanías nacionales. La negociación
de los mismos está siendo muy opaca, al imponerse una
confidencialidad extrema que restringe exageradamente el acceso de
los diputados europeos a los documentos de la negociación. Esta
estrategia es torpe porque no tiene en cuenta o desdeña otros
factores como la movilización ciudadana, rebelión que ha provocado
mayor rechazo, cada vez, a estos tratados, así como un sentimiento
creciente que los acuerdos comerciales no tienen en cuenta los
intereses de los ciudadanos. La filtración de Greenpeace Holanda
reventó la estrategia de opacidad, a la vez que ha confirmado las
sospechas que ya existían sobre el contenido del TTIP. A partir de
este momento el tratado está muerto. Tras el fracaso de la
negociación vuelve a resonar la frase de Felipe II tras la vuelta de
la Armada (In)vencible: «Yo envié a mis naves a luchar contra los
hombres, no contra las tempestades».
La Comisión Europea dice
ahora, sin embargo, que no aceptará en ningún caso una rebaja de la
regulación en cuestiones como seguridad alimentaria, protección al
consumidor, privacidad o medio ambiente. En el apartado de energía,
con todo, los tratados prevén, en su redacción actual, facilitar la
exportación, desde EEUU a la UE, de carbón, petróleo crudo,
productos derivados del petróleo y gas natural, incluidas las
exportaciones de gas de esquisto estadounidense y las de petróleo de
arenas bituminosas de Canadá. ¿La creemos? Va a ser que no.
Prefiero confiar en este asunto, en partidos como EQUO o IU, para los
cuales el TTIP es un asunto de oposición frontal. O en Podemos que
hará de este asunto un tema central en la campaña electoral a punto
de comenzar. Pero señores capitalistas, si pretenden triunfar en
esta empresa, que al parecer es de origen divino, como era la de la
Armada (In)vencible, lo que pueden hacer es ordenar, a sus
negociadores y demás personal de las delegaciones, observar la orden
que dio Felipe II a su flota antes de partir: no blasfemar y antes de
la caída del día rezar el Ave María y los sábados la Salve.
Francisco
Soler
0 comentarios:
Publicar un comentario