Cuando
decimos que “la revolución será feminista o no será” hemos de
ser conscientes de que no será si es que no logramos implicar en ella a
la mayoría de esos hombres que Josep Vicent Marqués llamaba “varones
sensibles y machistas recuperables”.
Hace
tiempo oí a una mujer contar que llevaba años acudiendo a todas las
actividades que impulsaban en su pueblo el Instituto y la Concejalía
de la Mujer, que lo aprendido le había cambiado la vida para bien,
pero que tenía un problema: al volver a casa se encontraba al marido
de siempre, un hombre bueno al que quería mucho y que se esforzaba
por superar el machismo en un entorno muy hostil. A ella le costaba
entender que las instituciones no impulsaran programas similares a
los que atendían a las mujeres para ayudar a los hombres a caminar
hacia la igualdad.
En
1999 el Ayuntamiento de Jerez creó la Delegación de Salud y Género
y la Delegada Antonia Asencio, consciente de la necesidad de evitar
cualquier sesgo de discriminación en las políticas municipales,
decidió dedicar el 90% de sus recursos a acabar con las
desigualdades que padecían las mujeres sin dejar por ello de ayudar
a los hombres a romper con el sexismo, y me ofreció dirigir el
programa “Hombres por la Igualdad”.
Fue
la primera experiencia institucional dirigida a promover el cambio de
los hombres, y nos permitió demostrar que, con el lenguaje y los
ejemplos adecuados, podíamos motivar para la igualdad a cualquier
colectivo de varones (jóvenes, adultos, padres, trabajadores,
policías, drogadictos en rehabilitación…) y propiciar la
aparición de grupos de hombres por la igualdad y de colectivos LGTB,
al tiempo que desarrollábamos un discurso por la igualdad realmente
inclusivo. La experiencia sirvió de referencia para poner en marcha
programas similares a la Diputación de Sevilla, al Gobierno Vasco y
al extinto Ministerio de Igualdad (también a la propuesta que acaban
de presentar a su Ayuntamiento dos trabajadores sociales de Las
Palmas de Gran Canaria).
La
duración y trayectoria de estos programas, siempre bien acogidos por
sus destinatarios aunque de vida limitada, ha dependido de lo clara
que tuvieran su pertinencia las responsables políticas de las
mismas, del cambio de color político de la institución de la que
dependían, de la posición de algunos colectivos feministas (que
temían perder parte del protagonismo conseguido en la lucha por la
igualdad o el control de los recursos disponibles para impulsarla), y
de la debilidad del movimiento de hombres por la igualdad.
Aunque
la igualdad entre los sexos/géneros es una reivindicación
democrática que el movimiento feminista puso en la agenda pública
con ayuda del movimiento LGTB, desde la Cuarta Conferencia Mundial
sobre la Mujer[1] de
1995 en Beijing se mantiene constante la necesidad de promover la
participación de los hombres y los niños "para
desafiar las estructuras, las creencias, las prácticas y las
instituciones que sostienen los privilegios acumulados de los hombres
y para abordar las desigualdades entre mujeres y hombres"
a fin de combatir "las
dinámicas de poder en sus propias vidas así como en sus respectivas
comunidades y sociedades”,
aunque el PSOE la
haya olvidado e IU siempre
la haya ignorado.
Si
nos referimos a los hombres solo para denunciar sus privilegios o sus
responsabilidades ante la violencia machista, solo conseguimos que
sientan que la lucha por la igualdad es un asunto de mujeres; tampoco
ponemos en cuestión la falsa percepción que de las políticas de
igualdad tiene parte de la población: creen que en los procesos de
separación o las denuncias por violencia machista la aplicación de
las leyes va en contra de los hombres, e imaginan que el
propósito oculto del feminismo es darle la vuelta a la tortilla
invirtiendo las relaciones de poder entre los sexos. Es decir, le
abrimos la puerta a los discursos posmachistas, que se apoyan en esta
falsa percepción y la fomentan. Estos discursos a la contra han
logrado cierta audiencia y le han arrebatado al discurso igualitario
parte de la hegemonía, con apoyo del PP que
ya se refería al Ministerio de Igualdad como el de "Igual da".
Recuperar
la iniciativa requiere actualizar los argumentos con los que
defendemos y legitimamos las políticas de igualdad, y más en un
momento en que están amenazadas hasta las pensiones de viudedad. En
esta actualización es urgente contar con los hombres en el diseño y
construcción de la sociedad igualitaria, y la mejor forma de hacerlo
es impulsando medidas inclusivas como los permisos iguales e
intransferibles por nacimiento o adopción, o la promoción de la
incorporación de mujeres y hombres a estudios o profesiones en las
que unas u otros están poco presentes.
Las
altas ratios de violencia machista en los países escandinavos
demuestran que no basta con el paso del tiempo, las leyes y la
perseverancia del movimiento feminista (hombres por la igualdad
incluidos) para acabar con el machismo, porque para pasar de la
igualdad legal a la real necesitamos que la mayoría de los hombres
entienda y asuma la necesidad de ceder poder y corresponsabilizarse
de los cuidados.
Podemos ha
abierto un tiempo nuevo que permite desempolvar viejas
reivindicaciones porque todos los actores políticos están más
receptivos. La pregunta es si impulsaran programas de hombres por la
igualdad que tengan en cuenta sus resistencias y dificultades, para
impulsarlos a que se incorporen a un proceso en el que cambien
humanidad por poder.
José
Ángel Lozoya Gómez
Miembro de la Red y del Foro de hombres por la igualdad
Miembro de la Red y del Foro de hombres por la igualdad
1 comentarios:
Sin haberme leído el artículo, pero suscribiendo el comentario inicial, añado que la revolución, o será cani o no será. Muchos de los planteamientos dejan de la lado a una inmensa parte de la población a la que o se le da voz o no habrâ manera, y con ello me refiero a los estratos humildes o barrio bajeros a los que la política se las trae al pairo... Y estos son los auténticos caladeros del machismo, de las desigualdades, de las aspiraciones televisivas, de la demagogia, del patrioterismo y la xenofobia.
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