Diseño idiotizante.




Pareciera inalcanzable que en la España actual se asegurara la imparcialidad laica, la libertad de expresión y la libertad de religión, con las mismas garantías que ya estuvieron contempladas en una Constitución y una Enmienda de 1787 y 1791. En muchos países de la Europa avanzada y democrática, aún no se ha conseguido, en pleno siglo XXI, establecer los principios elementales de laicidad y separación entre Religión y Estado, que ya se redactaron en la Primera Enmienda a la Constitución de USA hace unos 225 años. En tiempos de las diez Enmiendas de la Carta de Derechos o Bill of Rights (ratificadas en 1791), hombres como Jefferson, Paine, Hamilton, etc., y la mayoría de representantes que las ratificaron, entendieron perfectamente que la imparcialidad del Estado era, precisamente, la mejor defensa de la libertad de las distintas creencias religiosas. La “Establishment Clause” o “Cláusula de Establecimiento” prohibía a los poderes del Estado mostrar preferencia por ninguna religión:

Congress shall make no law respecting an establishment of religion, or prohibiting the free exercise thereof; or abridging the freedom of speech, or of the press; (…)”

El Congreso no hará ley alguna por la que establezca una religión como oficial del Estado, o que prohíba practicarla libremente, o que coarte la libertad de palabra o de imprenta, (…)”

Es la mejor garantía para la libertad e igualdad entre distintas creencias, para el laicismo y la imparcialidad de los poderes públicos en cuestiones religiosas. Por desgracia, más de dos siglos después, diferentes grupos integristas, religiosos y retrógrados neocons, siguen amenazando fundamentos de la democracia y de la ciencia con sus perpetuas reacciones oscurantistas. No sólo se ramifican por diversas iglesias o movimientos ultraderechistas, sino también por los ámbitos de las seudociencias y espiritismos varios con los que comparten similares paradigmas e intereses convergentes.

En junio de 2008, el Gobernador de Louisiana Bobby Jindal firmó la Ley sobre la Enseñanza de la Ciencia, desoyendo los consejos de prestigiosas asociaciones científicas de Norteamérica -y los consejos del que había sido su profesor de genética en un curso preparatorio de Medicina, Arthur Landy- sobre la importancia de la evolución en biología y medicina o sobre el peligro de anteponer la “política” y la religión a la ciencia y a la educación. En apariencia, la ley es positiva e inofensiva: ordena al Consejo de Educación del Estado a “autorizar y ayudar a profesores, autoridades y otros administradores escolares para la creación y promoción de un entorno en las escuelas públicas primarias y secundarias destinado a impulsar el pensamiento crítico, el análisis lógico y los debates abiertos y objetivos sobre las teorías científicas que se estudien con el “apoyo y la guía a los profesores en cuanto a los métodos para facilitar a los alumnos la comprensión, el análisis, la crítica y la revisión objetiva de las teorías científicas que están estudiando”. Pero las apariencias engañan:

En primer lugar, es innecesario hacer una ley para “defender” algo que forma parte consustancial de todos los currículos escolares y de la enseñanza de las ciencias, ya que el pensamiento crítico, el análisis lógico y el debate abierto y objetivo son precisamente lo que caracteriza el desenvolvimiento continuo de la Ciencia y de la Educación en las sociedades democráticas modernas, a diferencia de los dogmatismos religiosos, el pensamiento mágico y el oscurantismo supersticioso que prefieren otros.

En segundo lugar, y fijándose en la letra pequeña, se descubre la trampa: la Ley se dirige de forma explícita a la evolución. No hay sorpresa. Estas leyes forman parte de las nuevas estratagemas de los lobbys creacionistas, cada vez más afinadas para intentar esquivar las sentencias de los tribunales (en aplicación de la excelente Primera Enmienda de 1791) contra el proselitismo religioso en las escuelas públicas. Los creacionistas del siglo XXI son tan retrógrados que quisieran saltarse leyes fundamentales en defensa del laicismo, que a finales del siglo XVIII defendió una burguesía mucho más progresista que ellos.

Los nuevos lemas del creacionista Discovery Institute o Instituto del Descubrimiento refuerzan esa estrategia del “repliegue” con eslóganes “super-enrollados”: “enseñar las controversias”, “análisis crítico” y “libertad académica”, entre otros. Estrategia del “repliegue” y de la “cuña” para introducir en los colegios públicos el Intelligent Design, que tiene como objetivo la erosión de la enseñanza científica de la evolución

Libertad académica”, sí, fue la consigna elegida en la primera mitad de 2008. de hecho, la Ley de Enseñanza de la Ciencia de Louisiana había nacido como Ley de Libertad Académica de Louisiana; otras disposiciones similares se promulgaron en Alabama, Florida, Missouri y Carolina del Sur, aunque ninguna entró en vigor. La libertad académica fue uno de los temas centrales en la primera película creacionista que llegó a las pantallas americanas (“Expulsado: No se Admite la Inteligencia”). La película describía la conspiración de la comunidad científica contra los defensores del creacionismo. El film resultó un fracaso de crítica y taquilla. ¿Y a qué viene tanto amor por la libertad académica por parte de grupos a los que les encanta adoctrinar? Pues viene por el deseo voraz de poder extender también a las escuelas públicas, sin que nadie pueda denunciarlos, sus ideas antievolucionistas. Necesitan que se permita a los educadores de su credo difundir dudas sin validez científica sobre le evolución.

Ciertamente, en el historial del enfrentamiento moderno entre creacionistas y evolucionistas en USA, la continua confirmación científica del hecho evolutivo y su aplastante dominio entre los investigadores de todas las ciencias naturales, unido a las derrotas legales de los creacionistas, han obligado a los lobbys creacionistas a modificar y readaptar sus estratagemas (aunque odien las adaptaciones darwinistas):

1º) En 1968 la Corte Suprema sentencia en el Caso Epperson contra Arkansas que las leyes que prohíben la enseñanza de la evolución en las escuelas públicas son inconstitucionales. A partir de entonces, y al no poder mantener el darwinismo fuera de las aulas de una enseñanza secundaria cada vez más universal (la educación secundaria ya no era elitista, y la educación científica se extendía a una inmensa clase media...), los creacionistas empezaron a readaptar astutamente sus estrategias: tenían que presentar el creacionismo, no con los garrulos argumentos de los fundamentalistas bíblicos más cerriles, sino dándole el barniz de una alternativa científicamente creíble. Lo denominaron “ciencia de la creación” o “creacionismo científico”.

2º) En la época de Ronald Reagan -la del rearme ideológico de tantos movimientos neocons, religiosos y pseudocientíficos (él mismo presi consultaba astrólogos con su Nancy para dirigir al mundo libre)- ya había 27 Estados de USA con una legislación que reclamaba un tiempo de enseñanza igual para la ciencia de la creación. Y al igual que en 2008, fue precisamente en Louisiana, el año 1981, donde se pretendía aprobar la Ley para el Tratamiento Equilibrado de la Ciencia de la Creación y la Ciencia de la Evolución en la Instrucción Pública. Por todo Estados Unidos estos creacionistas que medían sus palabras en las propuestas legales, difundían en cambio en la calle, sin pudor, un programa que aún no estaba muy afinado: inspirado en una interpretación literal del Génesis, el programa definía una ciencia de la creación según la cual el mundo había surgido ex nihilo (de la nada), hubo una inundación universal (diluvio), la Tierra es joven, y se rechazaba que los simios y los humanos tengamos antepasados comunes. En Arkansas llegó a aplicarse, pero en el resto del país fue pronto recurrido por inconstitucional ante los tribunales. Por ello, como en Louisiana aún no había sido aprobada, los partidarios del creacionismo la retocaron para evitar obstáculos legales: cambiaron “ciencia de la creación” por “pruebas científicas de la creación y las deducciones obtenidas de dichas pruebas científicas”. Pero a pesar de su estratagema de la imprecisión y a su permanente uso de la palabra “científica” no consiguieron que colara como una ley constitucional.

3º) En 1987 la Corte Suprema sentencia en el caso Edwuards contra Aguillard que la Ley para el Tratamiento Equilibrado de Louisiana infringe la Cláusula de Establecimiento de la Primera Enmienda a la Constitución USA, puesto que “respaldaba de manera intolerable la religión al exponer la creencia religiosa de que un ser sobrenatural creó la humanidad”. Pero el creacionismo supo adaptarse con prontitud para su supervivencia y su reproducción (o sea, que contradictoria y realmente es muy darwinista):

4º) El año 1989, en una de esas fábricas de ideas del ámbito cristiano, la Fundación para el Pensamiento y la Ética, se publicó un libro titulado Sobre pandas y personas, el primero que usa de forma sistemática el término “intelligent design” (“diseño inteligente”), como una alternativa a la evolución científica. Continuando con la estratagema de reducir y disimular cada vez más sus contenidos religiosos, el Intelligent Design declaraba no apoyarse en texto sagrado alguno ni apelar a lo sobrenatural; aunque según sus defensores, el Diseñador podría ser Dios, seres extraterrestres o biólogos celulares que viajen en el tiempo desde un lejano futuro. Y como sabían que la enseñanza del creacionismo en escuelas públicas era inconstitucional, rechazaban airadamente que el Diseño Inteligente se considerase una forma de creacionismo.

5º) Durante la añorada y maravillosa época del Presidente más inteligente de la historia de USA, la del segundo George Bush (más lúcido aún que Reagan), se aprobó una ley que entre sus intenciones de fondo escondía el deseo de facilitar la autonomía de los colegios e institutos de enseñanza, y así convertir en incontrolable la implantación de creencias de índole religiosa en los programas escolares. Es la Ley “No Child Left Behind” “Ningún Niño Se Quede Atrás”, que sentaba la importancia de los currículos escolares autónomos, el inevitable nuevo campo de batalla entre el creacionismo “I D” (IDiot, según sus críticos más burlones) y el evolucionismo científico:

6º) En 2005, en el juicio del caso Kitzmiller contra la escuela del distrito del área de Dover (Pennsylvania), se discutió una norma de ese distrito escolar que obligaba a leer en voz alta en el aula que “la evolución es una teoría… no una realidad”, que “la teoría tiene lagunas de las que no hay pruebas evidentes” y que el Diseño Inteligente tal y como aparecía en Sobre pandas y personas constituye una alternativa científica creíble a la selección natural. Once padres de familia se querellaron ante el tribunal federal del distrito, alegando que la norma era inconstitucional. Y tras un juicio que duró 40 días bíblicos, el juez dictaminó que la norma violaba la Cláusula de Establecimiento. Consideró que el Intelligent Design no era una teoría científica y que estaba vinculada a sus antecedentes creacionistas y, por tanto, religiosos. Una prueba decisiva fue la revelada por la filósofa Barbara Forrest, descubierta en un simple gazapo en el manuscrito del libro “Sobre pandas y personas”: demostraba que los editores habían reemplazado sistemáticamente “creacionismo” por “diseño inteligente”. Habían procedido a ese improvisado y sistemático intercambio de los términos a causa de la sentencia de 1987 de la Corte Suprema que declaraba inconstitucional la enseñanza del creacionismo en las escuelas públicas.

El gazapo era muy ilustrativo: la palabra “creationists” había sido sustituida de una manera incompleta por “design proponents”, dando lugar a la expresión “cdesign proponentsists” (que pasará a los anales de las estratagemas del oscurantismo).

La errata estaba en el manuscrito de Sobre pandas y personas en una frase que ponía

  • (…) can sustain life? Evolutionists think the former is correct, creationists accept the latter view. (…)”

Y que pasaba a convertirse en:

  • (…) can sustain life? Evolutionists think the former is correct, cdesign proponentsists accept the latter view. (…)”

En el juicio también quedó claro que el Diseño Inteligente constituía un fracaso científico: a pesar de que el distrito escolar llamó como experto y testigo a favor de la norma educativa creacionista al bioquímico Michael Behe (autor de La caja negra de Darwin, del año 1996, donde se sostenía que algunos fenómenos son “irreductiblemente complejos” y que el dispositivo rotatorio del flagelo de algunas bacterias es demasiado complejo para ser el resultado de un proceso paulatino, y que sólo es posible explicarlo mediante un paso único, una creación directa, que implica algún tipo de diseño), pues a pesar de todo Behe testificó en el juicio que no se había publicado en la literatura de investigación científica ningún artículo que describiera en detalle el modo en que se produjo el diseño inteligente de cualquier sistema biológico. Era palpable que esa “teoría” sólo apelaba a una intervención “sobrenatural” y por tanto, era de índole religiosa y no científica.

7º) Por ello, incapaces de demostrar la credibilidad científica de sus opiniones, los creacionistas continúan su estrategia del repliegue, para socavar la enseñanza de la evolución: exponer las polémicas científicas que atañen a la selección natural darwinista, pero callarse todo lo relativo a su propuesta alternativa. Como decíamos, la estrategia del Discovery Institute, la sede institucional del Diseño Inteligente, se ha replegado a una permanente erosión de la enseñanza de la evolución. Sus nuevos eslóganes son “enseñar las controversias”, “análisis crítico”, “libertad académica”, con el objetivo de ir extendiéndose por los consejos escolares (que con las nuevas leyes han adquirido más relevancia curricular). Aunque, la principal asociación defensora del concepto de libertad académica, la Asociación Norteamericana de Profesores Universitarios, recientemente ha reafirmado su oposición a la difusión de estrategias antievolucionistas como las de Louisiana en estos términos: “Tales esfuerzos van en contra del aplastante consenso científico sobre la evolución y no se compaginan con una comprensión correcta del significado de la libertad académica”.

Al igual que los obispos españoles, los creacionistas americanos no tienen suficiente con divulgar sus creencias en sus ámbitos propios, en sus parroquias, sus panfletos, sus colegios, sus fundaciones y universidades. Son voraces: quieren que en los centros públicos de enseñanza también se prediquen sus mitologías y se socave el pensamiento científico y la laicidad democrática. En España los obispos eligen a dedo a sus profesores de religión para los centros públicos de enseñanza y es el Estado el que les paga. Y por desgracia, aquí nadie va a emprender una reforma constitucional que nos permita tener una ley indispensable en cualquier sociedad realmente liberal: una como la de la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, cuyo valor democrático y racional no hemos alcanzado en España 225 años después.



Por Juan Pablo Maldonado García

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