En
la Universitat de Barcelona, donde soy profesor de Ciencia Política,
siempre les digo a mis alumnos que en la medida de lo posible uno se
presente antes de exponer alguna consideración, especialmente en
temas con alto contenido ideológico. Sin ánimo de centrar éste
artículo en mi les voy a dar cuatro datos para que puedan “situarme
en contexto”. Soy hijo de un buen hombre de Soria que trabajaba
más de 80 horas a la semana y de una mujer maravillosa de Barcelona
que cuidaba a los hijos. Tengo 35 años. Vivo en Hospitalet de
Llobregat, segunda ciudad más poblada de Catalunya y que creció en
tres momentos en su historia, en el siglo XX con la llegada de gente
de todos lados de España y en las últimas décadas con gente que
llega de muchos otros lugares del mundo. Con ello les digo, que soy
de familia trabajadora, que soy charnego (como la mayoría de los
catalanes que no somos “puros”, y tampoco lo pretendemos ser) y
que nací en 1978, cuando se aprobó una Constitución en España…y
soy independentista.
Ahora
ya les puedo contar, desde la propia experiencia pero también desde
la profesionalidad que se le supone a un profesor de universidad qué
ocurre en Catalunya.
No
les voy a hablar de reinos que unos dirán que existieron y otros que
no, no les voy a hablar de lo que la historia nos dice que pasó hace
300 años en Catalunya, ni tan siquiera de cómo en Catalunya, como
en otros puntos de España, se luchó contra la dictadura. No lo voy
a hacer, porqué más allá de conocer la historia no lo viví y
porqué si intentamos explicar (o justificar) lo que ocurre hoy entre
Catalunya y España basándonos en ello se pierden los sentidos y las
razones.
Les
voy a hablar de una relación entre dos territorios (nos ahorraremos
conceptos como estados, naciones, regiones, etc.), que han convivido
durante unos 35 años con determinada armonía pero con dificultades.
Les voy a hablar de transformación social y sociológica. Les voy
a intentar explicar cómo se ha llegado a un punto en el que, sea
como sea, nada volverá a ser como hasta ahora. Y lo voy a hacer con
el respeto debido a aquellos que no queremos el fin de España, la
destrucción del estado español, la ruina de su economía ni de su
sociedad.
Catalunya
y España se aceptaron, en 1978-1979 una Constitución y un Estatuto
de Autonomía que debía cerrar heridas contra la dictadura y en
parte satisfacer determinadas voluntades diferenciadoras de Catalunya
en relación al resto de comunidades autónomas. Entonces, ¿qué
ocurrió?, ¿cómo hemos llegado a la situación actual?, la
respuesta se empezó a construir hace bastante más tiempo del que la
España de hoy cree.
La
década de los 80 y 90 se caracterizó por dos condicionantes en esta
particular relación, por un lado España cedía competencias vía la
Constitución, pero las iba recuperando, en parte, a través de
sentencias del Tribunal Constitucional y leyes de armonización. Por
otro lado esa misma España satisfacía necesidades y deseos de
Catalunya a través de cesiones y delegaciones de competencias a
cambio de apoyos legislativos del nacionalismo catalán a los
gobiernos del Estado. En esos momentos, pese a que en Catalunya
existía una sensación de perder en el autogobierno, se podía
considerar que existía un empate técnico.
A
finales de los 90 ocurrió algo que alerto a los catalanes más que
el tener más o menos competencias, fue el llamado “café para
todos”, aquello, el tener todos lo mismo, el no reconocer el “hecho
diferencial catalán” fue algo que en Catalunya durante muchos
años, y aún ahora, se recuerda.
Aun
así la relación se mantenía en cierto empate técnico cuando se
inició el siglo XXI, fue entonces cuando empezó la trama que ahora
explica, en gran parte, lo que se está viviendo. Catalunya impulsó
la reforma de su Estatuto de Autonomía, al igual que algunas otras
autonomías, pero el resultado fue desastroso. El Estatuto catalán
fue recurrido por diversas instancias políticas: el Gobierno, el
Defensor del Pueblo, otras comunidades autónomas….y se recurrieron
artículos que en otros nuevos Estatutos se estaban aprobando con
total normalidad y sin recurso alguno. Y en 2010 se libró el primer
resultado que rompió el empate técnico: el Tribunal Constitucional
anulaba artículo tras artículo los ejes básicos del nuevo
Estatuto. Ello fue considerado en Catalunya como una traición, no
se respetó la voluntad de un pueblo que había refrendado el
Estatuto y con ello la última oportunidad de “encajar” Catalunya
y España en el marco constitucional. Ese fue realmente el primer
acto en el que Catalunya empezó a cambiar socialmente, la Catalunya
nacionalista y la Catalunya no nacionalista se manifestó un 10 de
julio de 2010 en Barcelona contra un acto del Estado, contra la
sentencia del Tribunal Constitucional y se hizo, ni más ni menos,
presidiendo la manifestación un presidente de Catalunya que nació
en España, miembro de un partido no nacionalista y que meses antes
había sido ministro del Gobierno español y acompañado por más de
un millón de catalanes. Esa imagen fue la que pasó desapercibida
en España, pero no en Catalunya, ese día todas las Catalunya, si es
que hay más de una, se unió contra lo que se consideró un ataque
del estado.
Aun
así existió una segunda oportunidad, en verano de 2012, el
presidente de la Generalitat solicitó al Gobierno de España que se
saldaran las deudas e inversiones que el Estatuto catalán, pese a
los recortes constitucionales, reconocía. En septiembre de 2012
se concentraron en Barcelona casi dos millones de asistentes y pese a
ello el Gobierno de España se negó a saldar las deudas económicas
que España tenía con Catalunya.
No
les voy a seguir contando lo que vino después, más allá que en
septiembre de 2013 se manifestaron otros dos millones y en 2014
ocurrió lo mismo. Que mientras se celebraron unas elecciones en
Catalunya en el que los partidos que apoyan el derecho a decidir
obtuvieron un mayor resultado que en la legislatura anterior.
No
les voy a discutir si la Constitución recoge el derecho a decidir de
los catalanes o de quien sea en el marco de independizarse de España
y en qué condiciones.
Les
voy a hablar, para finalizar de lo que en Catalunya está ocurriendo
en la calle, porqué ello es lo más importante en todo este proceso.
La sociedad de Catalunya se ha organizado, especialmente a través
de asociaciones como Òmnium Cultural, creada hace más de 50 años,
y la Assemblea Nacional de Catalunya, creada hace un par de años;
pero también se ha organizado la sociedad a través de entidades
como Sumate, formada por personas nacidas fuera de Catalunya que
vinieron en los últimos 60-80 años, que hablan en castellano en su
casa y que quieren votar el 9N y además quieren la independencia.
Pero
les voy a intentar a hablar, especialmente, de lo que se quiere hacer
en Catalunya el día 9 de noviembre, la pretensión es, ni más ni
menos, que los catalanes, todos!, podamos decir lo que pensamos y que
lo podamos decir ejerciendo el principio básico de la democracia:
una persona un voto. Incluso dando opción de voto a personas que no
tienen nacionalidad, española, pero viven en Catalunya desde hace
muchos años y también a los que tienen 16 y 17 años, puesto que se
decide, también, su futuro más inmediato.
En
la calle la gente vive con ilusión el proceso, no con una ilusión
ingenua relacionada con sueños imposibles de los que dicen que la
independencia dará trabajo a los jóvenes y acabará con los
recortes y la crisis. La ilusión que se vive es la propia de poder
construir algo juntos desde la calle, algo que casualmente los
partidos mayoritarios en Catalunya son sensibles, pero que sin ellos
se haría igualmente. Es una ilusión que nace desde el respeto y,
pese a lo que se quiera hacer ver de los catalanes fuera de
Catalunya, todas las opciones son escuchadas y respetadas. Y sobre
todo la sociedad ya no se divide entre nacionalistas y no
nacionalistas, no se divide entre catalanes y charnegos, no se divide
entre los que hablan catalán o castellano. Curiosamente el “derecho
a decidir” ha unido a la mayoría de la sociedad catalana de un
modo que nunca hasta la fecha había ocurrido.
A
lo mejor, los catalanes estamos equivocados y la solución no es
votar, no es llevar a cabo este ejercicio democrático, pero les voy
a decir algo que desde hace un par o tres de años no tenemos: una
alternativa a la consulta, proceso participativo o como le queramos
llamar. No tenemos una alternativa ni jurídica ni política.
Únicamente nos llegan mensajes en forma de suspensiones del Tribunal
Constitucional, en forma de prohibiciones del Gobierno del Estado,
apoyos a las prohibiciones del principal partido de oposición en el
estado, amenazas de expulsión de la Unión Europea….y a menos de
una semana del 9N la única propuesta que nos dan se basa en la
prohibición.
Este
artículo pese a ser escrito por un profesor de ciencias políticas,
lo reconozco, tiene mucho de personal, porqué unos van a querer la
independencia, otros no, unos van a querer que todo siga como hasta
ahora y otros van a querer otro modelo de estado. Más allá de lo
que ocurra el próximo domingo no se pueden dar argumentos jurídicos
y prohibiciones a la voluntad de un pueblo, en éste punto solo caben
soluciones políticas y por este motivo los catalanes el 9N queremos
poder votar.
Jesús
Palomar i Baget
Profesor de Ciencias Políticas y de la Administración en la Universitat de Barcelona
Profesor de Ciencias Políticas y de la Administración en la Universitat de Barcelona
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