“… Hoy la Guardia Civil y la Policía no pegan dos palos como se hacía antiguamente, hoy lo piden por favor, y a la gente hablándole por favor no andan porque no quieren andar. Si no nos dejan andar, qué hacemos.”
(Manuel García, hermano mayor de la Hermandad de la Macarena)
“Y
a la gente, hablándole por favor no andan porque no quieren andar…”
y podría ser esta la continuación… “…para portarse como Dios
manda la gente necesita dos palos, palos de los de antes, porque si
no hay palos, la gente se desmanda y nosotros, ante la incompetencia
de los policías que están hoy atados de pies y manos como nuestro
padre Jesús de la Sentencia, tampoco podemos hacer nada.
Arrollarlos, podríamos arrollar a toda esa chusma que se pone
delante del paso; pero, claro, eso ahora con tanta democracia estaría
muy mal visto…” Me he permitido la licencia de imaginarme la
continuación de aquellas primeras palabras, textuales, si la
conversación hubiera tenido lugar no ante un periodista, sino ante
un hermano en la fe de Cristo.
Aunque cada vez más alejado de la
religión, provengo de una familia profundamente católica que me ha
inculcado un gran respeto no solo hacia el credo de Roma sino hacia
todas las demás religiones, si son realmente fruto de sentimientos
de caridad hacia nuestros semejantes. Por eso, me resulta doblemente
triste y humillante cómo se están desarrollando los actos con
motivo del aniversario de la coronación de la Macarena y, de manera
especial, actitudes y palabras como las que se citan al principio de
este texto.
Doblemente triste porque los eventos
de la Macarena, aún desde una visión externa a la iglesia, supongo
que deberían atentar contra la sensibilidad de cualquier cristiano
evangélico que valore la humildad y la caridad sobre el boato y las
pompas, y más en momentos como estos en las que muchas familias se
encuentran desahuciadas de los servicios mínimos que se esperan de
un estado social y de derecho. Sobre este particular los evangelios
tienen citas más que suficientes que corroborarán mi opinión.
Lo dicho en el punto anterior
tampoco es que me preocupe demasiado, porque me alejé de la iglesia
por conflictos como este, y además comprendo que en un país de
libre mercado cada compañía financiera tiene el derecho de llevar
sus negocios como buenamente pueda. Pero me sigue pareciendo
humillante que mis gobernantes no logren comprender el punto tercero
del artículo 16 de la Constitución española que dice textualmente:
“Ninguna confesión tendrá carácter estatal” ¿Quién puede
creerse hoy que este precepto constitucional se está cumpliendo en
la ciudad que gobierna el alcalde Juan Ignacio Zoido? Ya era difícil
entenderlo con los anteriores ediles socialistas que también perdían
el trasero por aparecer con vara de mando en los actos religiosos.
Considero, sin embargo, y disculpen
si me equivoco, que lo que está ocurriendo durante estos días de
fervoroso macarenismo, supone una patada al mandato constitucional,
un insulto a los no creyentes que estamos viendo cómo se derrocha a
manos llenas dinero que debería tener unos fines más humanos y
menos divinos, y un desgarro jurídico ante el distanciamiento
armónico que debe regir las relaciones iglesia y estado.
Para comprender lo anterior hay que
tener en cuenta el doble juego del PP (y también PSOE) y la iglesia
católica española en Andalucía, que no es más que una
retroalimentación de apoyos mutuos. Porque una actividad como la de
hoy es, según convenga, o bien producto del más puro y exquisito
sentimiento religioso, o bien, una tradición cultural de la que no
nos podemos desprender sin echar por tierra nuestros valores
ancestrales. Y en eso andamos los sevillanos y los andaluces, atados
también como el señor de la Sentencia, y sin capacidad de
distinguir la liturgia y la fe, por un lado, de la cultura y las
tradiciones, por otro.
Un juego macabro y deshonesto que
convierte actos litúrgicos en culturales y folclóricos, y otros
eminentemente folclóricos en litúrgicos, con el único fin de
mantener un status quo y de traspasar con facilidad el clientelismo
del gobierno a la iglesia católica y el de ésta al voto mayoritario
del PP, -a veces del PSOE-, con el objetivo de seguir gobernando esta
ciudad de María santísima a un precio francamente barato, porque
está claro que cualquier procesión, por muy magna que sea, siempre
sale mucho más barata que una buena política social y encima da,
como parece, muchos más votos.
Es la soberbia, producto de los
siglos de injerencia de las hermandades religiosas en la vida
política de la ciudad; es la soberbia, fruto de la de la creencia de
pertenencia a una casta tradicionalmente dominante; es la soberbia
del machismo inveterado y eclesiástico la que hace que la Iglesia
andaluza no tenga ningún escrúpulo al apropiarse de un bien público
como la Mezquita de Córdoba o dar alas al hermano mayor de la
Macarena para que haya podido decir palabras tan indignas y tan
ofensivas.
De todas formas, los pecados de los cristianos serán
revisados el día del juicio final y allá cada cual con los suyos. A
mí lo que realmente me preocupa es que las relaciones pandilleras
Iglesia y Estado se perpetúen en nuestra sociedad, porque una y otro
saben muy bien que una buena política social y una buena educación
liberada de atavismos nos hará más libres y, por tanto, más
independientes y menos supeditados a los poderes públicos y
religiosos. Más descreídos de Dios y más creídos en el hombre. Y
eso para cualquier religión y para cualquier gobernante es
peligroso.
Germán Jiménez
Miembro de la Mesa Provincial de Equo Sevilla
2 comentarios:
Algún día no muy lejano nos libraremos del nacionalcatolicismo. Indignante en pleno siglo XXI. Y qué decir de los dos partidos dinásticos del turnismo bipartidista oligárquico y caciquil: tan cutres, casposos, folclóricos, meapilas y retrógrados (absolutamente negados para la regeneración democrática). Quizás la mayoría se los merece. Otra pena en pleno siglo XXI. Gracias, Germán.
De nada, Juan Pablo. Esto es una carrera de fondo y con obstáculos, pero torres más altas han caído.
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