La globalización es un
término que hasta hace algunos años nos era ajeno o incluso nos
parecía alejado de nosotros, una globalización que no está claro
si primero fue a nivel cultural, social o económico -o todo a la
vez-, pero que hoy en día nos hace sentir partícipes de unos lazos
que cada vez nos unen más con lo distante y nos hace perder parte de
nuestra identidad y de nuestra independencia, independencia en aras
de un mundo teóricamente más igualitario y donde estas pautas de
relaciones nos hacen sentir más partícipes en este planeta que -por
otra parte- la mayoría de los ciudadanos desconocemos en su
complejidad y diversidad.
Estas reglas del “juego”
se mezclan con lo que Adam Smith, allá por el siglo XVIII, ya
definió como el liberalismo económico, donde la máxima de su
teoría económica era la no intervención del Estado en los
mecanismos de la economía, ya que esta se autoregula por la ley de
la oferta y la demanda. Hoy hablamos de un neoliberalismo que sería
lo mismo que el liberalismo pero acentuando la desregularización del
sistema económico o el desmantelamiento del Estado como garante del
ajuste entre los más que más tienen y los más desfavorecidos, para
que así -en teoría- el sistema se sienta libre para crear riqueza y
con ello bienestar.
¿Y qué tiene que ver
esta pequeña reflexión con el título del artículo? Pues la
respuesta viene a continuación. Estos días se está gestando una
guerra comercial entre Europa y China, el motivo esencial es la venta
de paneles solares chinos a precios muy reducidos en el mercado
europeo. Desde Bruselas se acusa a China de practicar el dumping, es
decir, vender un producto por debajo del coste real para desplazar a
sus competidores y así hacerse con el mercado, con la posibilidad
del cierre de las empresas que fabrican estos paneles en Europa. En
un principio esto nos llenaría de orgullo y algunos exclamarían:
!!Por fin le hacemos frente a la industria China!!, !!Ya era hora de
que defendamos nuestros puestos de trabajo!!, gritarían otros. Estas
reacciones nos parecerían desde nuestro punto de vista lógicas y
hasta loables en tiempos de crisis.
Así pues, las
autoridades europeas amenazan a China con subir los aranceles los
paneles solares entre un 11% y un 47%, aunque en teoría esta subida
sólo se realizaría durante un periodo de 6 meses, en la segunda
mitad de este año 2013. Pero como suele suceder, las cosas no son
tan sencillas. Por un lado China amenaza con subir los aranceles a
los vinos europeos (siendo Francia la más perjudicada) y a los tubos
de acero. En términos cuantitativos, si la subida de aranceles se
hacen efectivas son los exportadores chinos los más perjudicados, ya
que ellos exportaron a la UE paneles solares por un valor de 27000
millones de dólares en 2012, no llegando las exportaciones de vino a
los 1000 millones de dólares.
Con esta medida se
pretenden salvar 25000 empleos en la UE, relacionados con la
fabricación de los paneles solares. Aunque esta guerra comercial
podría tener consecuencias nefastas para otros sectores productivos,
ya que según la propia Federación Alemana de la Industria (BDI), 1
millón de personas dependen de las exportaciones a China, solo en
Alemania.
Puede ser verdad que
China fabrique los paneles por debajo del coste, ¿pero sólo lo hace
con estos productos?, ¿es que nunca nos preguntamos cómo se puede
fabricar tan barato?, ¿cuantas empresas europeas ya han desaparecido
por la competencia de los fabricantes chinos o de otros países
asiáticos?. ¿Por qué ahora se actúa con esta producción en
concreto?.
Más allá de las
condiciones laborales chinas -que sí constituirían una práctica de
“dumping social” que no quiero hacer objeto de este post- este
posible enfrentamiento comercial me lleva a plantearme otra serie de
cuestiones. ¿Y si no fuera tan negativo que la UE se inundara de
placas solares baratas chinas? ¿Qué beneficios podríamos obtener
con esta “competencia desleal”? Los estudios de eficiencia
energética sobre la producción eléctrica doméstica, nos aportan
unos datos esperanzadores sobre la obtención de nuestra propia
energía a precios muy competitivos. Debemos de disponer de unos 30m2
de tejado orientado al sur en nuestra latitud, en este espacio libre
podríamos instalar las placas necesarias para producir la energía
eléctrica que necesita un hogar medio. La instalación ronda unos
4000 euros, y la amortización de la instalación se logra a los 6
años aproximadamente (calculando el consumo medio de una familia
española en unos 670 euros anuales) , a partir de este momento la
energía es gratis durante el resto de los 25 años de vida útil
(por ahora) que tiene una instalación de este tipo. Es verdad, que
necesitamos estar conectados a la red eléctrica para obtener la
electricidad en momentos de lluvia o en época invernal. Esta
dependencia se puede compensar, con lo que se denomina el balance
neto, es decir “vender” a las compañías eléctricas el
sobrante de energía producida en épocas de máxima captación
gracias a los contadores reversibles. Así,
al final de año, se hace una simple resta y pagamos la diferencia
(si la hubiera) a la compañía eléctrica.
¿Y
cuales son los inconvenientes de este sistema de producción
eléctrica?. En primer lugar la legislación vigente no es nada clara
en cuanto a la gestión del balance neto. En segundo lugar existe un
interés por parte de las grandes compañías eléctricas de seguir
monopolizando el sistema energético y no olvidemos que estas
compañías controlan tanto la producción como la distribución de
la energía, ya sea por los medios tradicionales (termoeléctricas,
nuclear o hidroeléctrica) como de las renovables (eólica,
termosolar o fotovoltaica).
En
España no se sabe cuanto vale producir y distribuir un Kwh, bueno
rectifico, sabemos lo que las compañías dicen que cuesta
producirlos y transportarlos, pero hasta ahora se han negado a
admitir a auditorías externas para evaluar estos costes. Sospecho
que estos costes no son reales, si no ¿cómo se puede entender que
en la presente reforma del sistema eléctrico español las compañías
“asuman” 2700 millones de euros de lo que desde el Estado llama
el “déficit tarifario”? Me cuesta creer que las compañías
eléctricas “vayan
a perdonar” a la ciudadanía esta gran cantidad de dinero.
Si esto fuera cierto, porqué no incentivar este tipo de
instalaciones en todos los hogares que tengan la posibilidad de
hacerlo y también -a gran escala- en las fábricas y naves
industriales, reduciendo la factura de la energía que supone un gran
lastre para las empresas y con ello reducir los costes de los
productos que fabrican.
No sé como Adam Smith vería esta situación, por un lado estaría
la disyuntiva de favorecer al más competitivo (en este caso a las
empresas de placas solares chinas), por otro continuar con el
monopolio energético actual que genera tan pingues beneficios a
estas empresas y que se supone que repercuten esta riqueza en la
sociedad, o bien con la posible creación de mini-productores que
contribuyen al sistema globalizado de producción eléctrica.
Lo anteriormente expuesto me hace cuestionar que la globalización es
solo interesante siempre y cuando no se toquen ciertas líneas rojas
de privilegios y connivencias entre poderes políticos y económicos.
A pesar de todo, me gustaría convivir en una sociedad con energías
limpias y baratas... mi esperanza es verlo algún día.
Juan de Mata Toledo Muros.
2 comentarios:
Hola.
Me parece el artículo interesante.
También hay cooperativas que están en el mercado de la energía que tienen precios baratos para el suministro.
Respecto a la energía fotovoltaica, si tienes una casa puedes instalar los paneles, pero el problema es si vives en un piso, porque no sé si los tejados tienen suficiente espacio como para suministrar energía a todos los pisos.
Iván Núñez.
"... ¿Y si no fuera tan negativo que la UE se inundara de placas solares baratas chinas? ¿Qué beneficios podríamos obtener con esta “competencia desleal”? Los estudios de eficiencia energética sobre la producción eléctrica doméstica, nos aportan unos datos esperanzadores sobre la obtención de nuestra propia energía a precios muy competitivos. Debemos de disponer de unos 30m2 de tejado orientado al sur en nuestra latitud, en este espacio libre podríamos instalar las placas necesarias para producir la energía eléctrica que necesita un hogar medio. La instalación ronda unos 4000 euros, y la amortización de la instalación se logra a los 6 años aproximadamente (calculando el consumo medio de una familia española en unos 670 euros anuales) , a partir de este momento la energía es gratis durante el resto de los 25 años de vida útil (por ahora) que tiene una instalación de este tipo..."
Publicar un comentario