María la portuguesa

El sistema capitalista no aprende de sus errores. La crisis de 2008 fue producto de los instrumentos matemáticos que aseguraban contra todos los peligros. Pero el sistema en vez de corregir el rumbo ha acelerado en la misma dirección con los algoritmos. Con la crisis climática está ocurriendo lo mismo. Las fuerzas políticas —tradicionales y nuevas— no aspiran a solucionar emergencia climática, solo a mantenerla dentro de un límite asumible. Unos diciendo que no acabarán con ella, aunque la mitigarán, otros intentando convencernos que la receta es crecer de manera ‘sostenible’. Esta dinámica se reproduce también respecto a la crisis climática la pugna izquierda/derecha, con la pugna entre el Green New Deal (izquierda) y el capitalismo (derecha), verde si es liberal. Fuera de ese eje está la propuesta del partido verde.
Recordemos las iniciativas de las distintas fuerzas políticas en relación con la crisis climática: el Horizonte Verde, de Unidas Podemos; el Green New Deal  (GND), de Errejón; la modernización ecológica, del PSOE; el capitalismo verde, de Ciudadanos; el neoliberalismo del PP; el negacionismo climático de VOX. Y la transición y regeneración ecológica de EQUO. Mientras transcurren los días «de Ayamonte hasta Villareal, sin rumbo por el río, entre suspiros, una canción viene y va.»
Estas iniciativas tienen en común que sucumben al sentido común económico establecido: el crecimiento económico. Incorporando matices cada uno, pero sin renunciar a él. Ninguna fuerza política reivindica el decrecimiento, salvo EQUO. La crisis climática es afrontada, así, desde los presupuestos económicos ortodoxos del FMI, del Banco Mundial, del Banco Central Europeo o la UE y abordada políticamente desde la lógica del eje izquierda/derecha: que es la de la redistribución de la riqueza y no la de los límites del planeta. Por esa razón, excepto el partido ecologista, las fuerzas políticas plantean como transición ecológica lo que solo es una propuesta de sustitución energética —energías sucias por energías limpias— que resulta imposible de materializar por falta de recursos, a fin de mantener el crecimiento económico a toda costa.
Iniciativas que son expresión de continuidad de la política del crecimiento perpetuo, no proyectos para una nueva política económica. EQUO con su visión decrecentista adopta la posición rupturista, aunque su propósito sea tan conservador como mantener los derechos existentes.
Resulta miserable que la ‘izquierda guay’ ante una cuestión que afecta a la supervivencia de la civilización, se dedique a decir que el ecologismo abandonó la idea de los «límites del crecimiento» para abrazar la «noción de desarrollo sostenible» por «influencia de la hegemonía neoliberal». Hay que recordar a estos recién llegados a la ecología que el partido ecologista nunca ha abandonado esta idea y que es la única fuerza política que defiende la necesidad de decrecer para atajar la crisis climática. Y decirles también que la estrategia de ‘objetivos realistas aunque insuficientes’ que proponen ya fue ensayada y fracasó.
«Momento maquiavélico». Proseguir hoy con políticas de crecimiento económico sería un error, porque el ‘mientras tanto’ —el tiempo que los científicos dicen que tenemos para eludir un cambio climático sin control— es de 10 años. La política económica hoy debe proporcionar cohesión social y una cierta estabilidad financiera. Pero en la situación emergencia climática en que estamos debe tener como prioridad la la seguridad y la estabilidad ecológica. Y la de proscribir la política que estimula el deseo más allá de los límites biofísicos del planeta. Frente a la repetición de políticas de crecimiento económico hoy incompatibles con la supervivencia de la sociedad, es urgente iniciar una transición ecológica que sirva realmente para atajar la emergencia climática y resulte útil a la gente.
Solo con ella se podrá lograr mejorar el trabajo, que las economías individuales vayan mejor y que las posibilidades de futuro sean esperanzadoras. Solo desde ella la gente que se va a dormir preocupada porque no tiene trabajo; porque tiene uno pero los ingresos son insuficientes o porque teniéndolo no sabe cuánto tiempo va a conservarlo podrá conseguir la estabilidad y seguridad que anhelan. Pero lo más importante, solo desde ella se podrá alcanzar el equilibrio climático y ecológico, sin los cuales nada de lo anterior es posible.
Ello implicará posicionarse frente a los economistas ortodoxos —tanto de la izquierda como de la derecha—, a las multinacionales, a los conglomerados empresariales y a las empresas tecnológicas: Amazon, Facebook, Uber, y favorecer a los parados, a los precarios, a los autónomos, a los pequeños empresarios y comercios, y a los funcionarios.
No se puede decir lo mismo del Green New Deal (GND) —ese que nos dicen sus promotores que «no nos permitirá apagar el incendio» aunque «si mitigarlo»—, ni de los programas ambientales de las fuerzas tradicionales que se colocan en el lado de la continuidad, de lapolítica económica ortodoxa pintada de verde, perpetuando así la inestabilidad y la precariedad que afecta a la gente. Imagínese a un paciente aquejado de colesterol al que el médico en vez de darle un tratamiento para reducirlo a los niveles aconsejables, le manda una pastillita para que el colesterol no descienda sino que su tasa se incremente más lentamente. Esto es el GND de la ‘izquierda guay’.
EQUO —el partido ecologista— debe actuar estratégicamente y no limitarse a buscar el apoyo de la parte de la parte izquierda de la población, sino atraerse el de la mayor parte de ella, ya que la emergencia climática y la crisis ecológica nacen de las mismas lógicas. Debe buscar también las contradicciones de la política de crecimiento, ahondar en ella, ver como perjudica a la población y proponer sus soluciones para atajar la crisis climática y conservar el Estado del Bienestar, teniendo en cuenta que las circunstancias que se dieron en la segunda mitad del siglo XX en nada se parecerán a las de este siglo. Y debe liderar cultural, moral y políticamente la transición que hemos de iniciar. Es su tiempo.

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