¿Y otros marzos? ¿O es que solo vamos a
tener julios y agostos? A estas simples preguntas no sabría darle
respuesta tras la investidura fallida del candidato Sánchez. En esos
días se gastaron muchas palabras en cosas pequeñas. Solo se balbucearon
algunas palabras sobre el cambio climático —eufemismo que diluye la
gravedad de la situación—, pero la crisis climática no sobrevoló el
Congreso, a pesar que los científicos nos dicen que estamos perdiendo la
batalla contra ella. A pesar de las cumbres climáticas y de las medidas
que se han adoptado, que se han revelado inútiles. A pesar de la
presencia del partido ecologista —EQUO— en el Congreso y de una
izquierda que se ha proclamado ecologista este asunto no suscitó
discusión ni debate ¡Señor, señor!
New Green Washing. Comienza a abrirse paso entre cierta izquierda el New Green Deal. El de Alexandria Ocasio Cortez. Y leo —con incredulidad— que esta ‘izquierda guay´dice que éste —el Green New Deal— «no nos permitirá apagar el incendio.»
Aunque «si mitigarlo». ¡¿Comoorr!? El planteamiento de «salir a ganar
con objetivos realistas, aunque insuficientes» que hacen algunos, no es
más que una estrategia hipócrita que —como no sabe qué hacer con el
mensaje de la crisis climática— propone guardarlo en un cajón para más
adelante.
Con esta maniobra −que es una simple
rearticulación política de lo existente con un sentido diferente, un
bonito lavado verde de cara que no evitará que la casa siga en llamas−
se supedita la acción política a la obtención de buenos resultados en el
corto plazo y se adapta el mensaje —que se construye y envía a la gente— al nivel de conciencia de la mayoría
(«indagar en el sentido común realmente existente»). Resulta que
aquellos que llevan años con la boca llena de palabras como pueblo,
gente, los de arriba y los de abajo y se han autoproclamado sus
representantes, casi sus salvadores, los consideran idiotas y aspiran a
gobernarlos mediante el engaño, si fuera preciso.
La pregunta realmente importante que debemos hacernos ante esta astucia es: ¿de qué servirá ganar elecciones si quienes proponen el Green New Deal dicen que no servirá para atajar la crisis climática?
El problema es que cuando esta estrategia se muestre insuficiente y/o
errónea —ya fracasó en Podemos— la frustración por las mentiras sobre la
crisis climática desde el poder, el miedo y la necesidad harán que la
gente abra las puertas al fascismo, siendo la derecha y
la extrema derecha quienes expliquen entonces a la sociedad la crisis
climática, sus causas y sus consecuencias. Y sus soluciones.
Esta estrategia revela, además, un análisis de coste/beneficio
que asume «en diferido la muerte de muchas personas» y el sufrimiento
de otras. Tremendo. La experiencia histórica nos advierte del peligro de
considerar a las personas saldos sobrantes por constituir una amenaza a
las necesidades de bienestar y seguridad de los grupos establecidos.
Seguridad que hoy está vinculada al calentamiento global, debido a las
convulsiones que este causará en las migraciones, el agua, la
agricultura, los bosques, las pesquerías y los sectores industriales de
todas las naciones, sin importar su ubicación, fortaleza económica o
poderío militar.
La táctica presenta también un ángulo
muerto. La hibridación de los conceptos de la teoría del discurso y la
hegemonía con los de la ecología política, que propone Errejón, con su
dialéctica de agravios, su ‘guerra de posiciones’ y ‘contragolpes’,
puede tener efectos no deseados al propiciar ésta el refuerzo de
identidades y agudizar las diferencias entre grupos, abonando el terreno para el avance del nacionalismo, que tendrá así una vía más para penetrar las emociones: la seguridad ambiental,
usada para movilizar la conciencia y la acción ambiental. ¿Ecologismo?
No. Puro populismo pintado de verde y al servicio de un objetivo:
alcanzar el poder a toda costa. ¿Incluso a expensas de seguir
manteniendo a la sociedad en un espejismo?
Decrecimiento. Un mundo
más caliente, más rápido, más loco. Un mundo en el que no pensamos, no
nos paramos, no aprendemos. Un mundo impulsado por un crecimiento
exponencial que amenaza a la supervivencia, en el que los científicos
nos dicen alarmados que no tenemos más allá de 2030 para actuar con
rapidez y adoptar medidas sin precedentes y audaces. Un mundo así exige
la adopción de una estrategia franca y a la vez ilusionante. Hay que
advertir, por tanto, a la gente de la crisis climática sin tapujos ni
remilgos, de sus efectos sociales, de la urgencia de ponernos manos a la
obra sin demora y de la necesidad de «construir la siguiente civilización».
El resultado será vivir cualitativamente mejor que ahora. Se trata de
visualizar la crisis climática como una oportunidad, como el Gran Reto
de este siglo que vamos a protagonizar como especie.
Esta estrategia — radicalmente opuesta a
la estrategia hipócrita de ‘salir a ganar’ de otros— se concretaría en
una acción política articulada sobre cinco ejes, definidos en nuevas
estructuras, modelos y valores para una oposición en el terreno de los
hechos: federalismo biorregional como forma de
reorganización del poder del Estado y como expresión de la adaptación de
la organización político-administrativa a la realidad físico-climática
en la que se asienta; decrecimiento de la producción
hasta el nivel que el planeta puede asimilar, tanto por consumo de
recursos como por asimilación de residuos; la ‘especie’
como categoría política subjetiva portadora de los derechos y
obligaciones planetarias que poseemos y a la que deben quedar
subordinadas las categorías de nación, pueblo e individuo; equidad
intergeneracional o pacto de justicia entre generaciones,
que brinde a cada generación ciertos derechos planetarios para usar y
disfrutar el planeta legado por los antepasados, a la vez que impone
sobre cada una de ellas ciertos deberes planetarios para preservar la
base de recursos naturales y culturales para las futuras generaciones; y
fraternidad como nuevo valor y expresión de «un
elevado sentido de los vínculos sociales derivado de una comunicación
efectiva, de un uso constructivo del poder, del afecto optimista y de
unos objetivos colectivos compartidos».
Hace muchos años, allá por los años 80
del siglo pasado, Petra Kelly —la líder más conocida e importante del
Partido Verde alemán— decía: «se ha hecho cada vez más importante votar
lo que uno cree que está en lo cierto […] en vez de perder el voto en lo
menos malo. Los debates dirigidos por los partidos establecidos […] son
una impactante muestra de su incapacidad para dirigirse a sí mismos las
nuevas preguntas sobre la supervivencia».
Si queremos tener otros septiembres
debemos ofrecer a la gente la opción de votar a una fuerza política
ecologista sin más apellidos, con líderes políticos pero también
morales, que concurra a las convocatorias electorales de forma
independiente y autónoma. No habrá futuro para ese partido sino. Los
pactos y las coaliciones son la ilusión de quienes solo quieren explotar
las ideas verdes para alcanzar o mantenerse en el poder, más allá de
los límites físicos de un mundo finito. Toca ya emprender el camino.
Francisco Soler
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/
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