¿Habrá otros septiembres?

¿Y otros marzos? ¿O es que solo vamos a tener julios y agostos? A estas simples preguntas no sabría darle respuesta tras la investidura fallida del candidato Sánchez. En esos días se gastaron muchas palabras en cosas pequeñas. Solo se balbucearon algunas palabras sobre el cambio climático —eufemismo que diluye la gravedad de la situación—, pero la crisis climática no sobrevoló el Congreso, a pesar que los científicos nos dicen que estamos perdiendo la batalla contra ella. A pesar de las cumbres climáticas y de las medidas que se han adoptado, que se han revelado inútiles. A pesar de la presencia del partido ecologista —EQUO— en el Congreso y de una izquierda que se ha proclamado ecologista este asunto no suscitó discusión ni debate ¡Señor, señor!

New Green Washing. Comienza a abrirse paso entre cierta izquierda el New Green Deal. El de Alexandria Ocasio Cortez. Y leo  —con incredulidad— que esta ‘izquierda guay´dice que éste —el Green New Deal— «no nos permitirá apagar el incendio.» Aunque «si mitigarlo». ¡¿Comoorr!? El planteamiento de «salir a ganar con objetivos realistas, aunque insuficientes» que hacen algunos, no es más que una estrategia hipócrita que —como no sabe qué hacer con el mensaje de la crisis climática— propone guardarlo en un cajón para más adelante.

Con esta maniobra −que es una simple rearticulación política de lo existente con un sentido diferente, un bonito lavado verde de cara que no evitará que la casa siga en llamas− se supedita la acción política a la obtención de buenos resultados en el corto plazo y se adapta el mensaje —que se construye y envía a la gente— al nivel de conciencia de la mayoría («indagar en el sentido común realmente existente»). Resulta que aquellos que llevan años con la boca llena de palabras como pueblo, gente, los de arriba y los de abajo y se han autoproclamado sus representantes, casi sus salvadores, los consideran idiotas y aspiran a gobernarlos mediante el engaño, si fuera preciso.

La pregunta realmente importante que debemos hacernos ante esta astucia es: ¿de qué servirá ganar elecciones si quienes proponen el Green New Deal dicen que no servirá para atajar la crisis climática? El problema es que cuando esta estrategia se muestre insuficiente y/o errónea —ya fracasó en Podemos— la frustración por las mentiras sobre la crisis climática desde el poder, el miedo y la necesidad harán que la gente abra las puertas al fascismo, siendo la derecha y la extrema derecha quienes expliquen entonces a la sociedad la crisis climática, sus causas y sus consecuencias. Y sus soluciones.

Esta estrategia revela, además, un análisis de coste/beneficio que asume «en diferido la muerte de muchas personas» y el sufrimiento de otras. Tremendo. La experiencia histórica nos advierte del peligro de considerar a las personas saldos sobrantes por constituir una amenaza a las necesidades de bienestar y seguridad de los grupos establecidos. Seguridad que hoy está vinculada al calentamiento global, debido a las convulsiones que este causará en las migraciones, el agua, la agricultura, los bosques, las pesquerías y los sectores industriales de todas las naciones, sin importar su ubicación, fortaleza económica o poderío militar.

La táctica presenta también un ángulo muerto. La hibridación de los conceptos de la teoría del discurso y la hegemonía con los de la ecología política, que propone Errejón, con su dialéctica de agravios, su ‘guerra de posiciones’ y ‘contragolpes’, puede tener efectos no deseados al propiciar ésta el refuerzo de identidades y agudizar las diferencias entre grupos, abonando el terreno para el avance del nacionalismo, que tendrá así una vía más para penetrar las emociones: la seguridad ambiental, usada para movilizar la conciencia y la acción ambiental. ¿Ecologismo? No. Puro populismo pintado de verde y al servicio de un objetivo: alcanzar el poder a toda costa. ¿Incluso a expensas de seguir manteniendo a la sociedad en un espejismo?

Decrecimiento. Un mundo más caliente, más rápido, más loco. Un mundo en el que no pensamos, no nos paramos, no aprendemos. Un mundo impulsado por un crecimiento exponencial que amenaza a la supervivencia, en el que los científicos nos dicen alarmados que no tenemos más allá de 2030 para actuar con rapidez y adoptar medidas sin precedentes y audaces. Un mundo así exige la adopción de una estrategia franca y a la vez ilusionante. Hay que advertir, por tanto, a la gente de la crisis climática sin tapujos ni remilgos, de sus efectos sociales, de la urgencia de ponernos manos a la obra sin demora y de la necesidad de «construir la siguiente civilización». El resultado será vivir cualitativamente mejor que ahora. Se trata de visualizar la crisis climática como una oportunidad, como el Gran Reto de este siglo que vamos a protagonizar como especie.

Esta estrategia — radicalmente opuesta a la estrategia hipócrita de ‘salir a ganar’ de otros— se concretaría en una acción política articulada sobre cinco ejes, definidos en nuevas estructuras, modelos y valores para una oposición en el terreno de los hechos: federalismo biorregional como forma de reorganización del poder del Estado y como expresión de la adaptación de la organización político-administrativa a la realidad físico-climática en la que se asienta; decrecimiento de la producción hasta el nivel que el planeta puede asimilar, tanto por consumo de recursos como por asimilación de residuos; la ‘especie’ como categoría política subjetiva portadora de los derechos y obligaciones planetarias que poseemos y a la que deben quedar subordinadas las categorías de nación, pueblo e individuo; equidad intergeneracional o pacto de justicia entre generaciones, que brinde a cada generación ciertos derechos planetarios para usar y disfrutar el planeta legado por los antepasados, a la vez que impone sobre cada una de ellas ciertos deberes planetarios para preservar la base de recursos naturales y culturales para las futuras generaciones; y fraternidad como nuevo valor y expresión de «un elevado sentido de los vínculos sociales derivado de una comunicación efectiva, de un uso constructivo del poder, del afecto optimista y de unos objetivos colectivos compartidos».

Hace muchos años, allá por los años 80 del siglo pasado,  Petra Kelly —la líder más conocida e importante del Partido Verde alemán— decía: «se ha hecho cada vez más importante votar lo que uno cree que está en lo cierto […] en vez de perder el voto en lo menos malo. Los debates dirigidos por los partidos establecidos […] son una impactante muestra de su incapacidad para dirigirse a sí mismos las nuevas preguntas sobre la supervivencia».

Si queremos tener otros septiembres debemos ofrecer a la gente la opción de votar a una fuerza política ecologista sin más apellidos, con líderes políticos pero también morales, que concurra a las convocatorias electorales de forma independiente y autónoma. No habrá futuro para ese partido sino. Los pactos y las coaliciones son la ilusión de quienes solo quieren explotar las ideas verdes para alcanzar o mantenerse en el poder, más allá de los límites físicos de un mundo finito. Toca ya emprender el camino.


Francisco Soler
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/

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