Cuenta Blanco White en Cartas desde España las dificultades de un
viaje que hizo desde Sevilla a Olvera, que le llevó una semana. Refiere
lo abigarrado y cambiante de los paisajes. ¡Qué diferente viajar hoy por
Andalucía!: en trenes veloces o autopistas se la puede atravesar en
pocas horas. Como dice un amigo: “¡Cuánto progreso!”, a lo que yo
respondo: “sí, pero lo que se acorta en una dirección puede alargarse en
otra”. Pero no escribiré sobre qué distancias se han reducido y cuáles
se han agrandado en la “modernización de Andalucía”, sino de los
paisajes que pueden verse en esta “Andalucía en crecimiento”.
No sé qué verá el lector, pero lo que yo veo “crecer” son los
desiertos. Y no me refiero a la pérdida de suelo y manto vegetal,
arrastrado al mar por los ríos, como el Guadalquivir, con elevadísimos
grados de turbidez aun en los largos estíos. Me refiero a la extensión
de paisajes monocordes, que se prolongan miles y miles de hectáreas con
uno o dos cultivos. Comencemos hoy un viaje por esos desiertos, para
concluirlo otro día.
Algunos de estos paisajes son viejos conocidos, como el olivar, pero
nunca antes se enseñoreó tanto, anegando comarcas antes diversas y
multicolores. Más de un millón y medio de hectáreas de olivar en
Andalucía, extendiéndose por horizontes sin fin de Jaén, Córdoba,
Granada, Málaga y Sevilla, batiendo récords de producción, presumen los
ministros y los expertos en Crecimiento de la Economía. Pero yo
pregunto: ¿qué ha sido de la yerba que crecía a la sombra de los
olivares? ¿Algún sindicato de olivareros ha mostrado preocupación por
esos campos solitarios e intoxicados, donde hasta la chicharra se bate
en retirada? ¿Es posible que el triunfo del espíritu crematístico haya
hecho insensibles a tantas gentes del campo? Y acuso: la muerte
programada de esa yerba hace horrísono el campo, desertifica y contamina
las aguas. ¿Qué coste tiene esto?
Desplazándonos hacia occidente, encontramos en la Sierra de Huelva y
el Andévalo desiertos verdes de eucaliptos y pinos. Plantaciones (que no
bosques) para alimentar la insaciable voracidad de papel basura:
140.000 Has. de eucalipto. Ni pájaros apenas se escuchan en los sombríos
eucaliptares, de los que las madereras han expulsado al ganado, a otras
plantas y a todo lo que estorbe la producción de papel. En la misma
Huelva, pero extendiéndose hasta las mismas puertas de Sevilla (minas de
Aznalcóllar y Las Cruces), no más dejamos atrás los eucaliptos, nos
adentramos en el desierto minero: montañas tragadas y montañas de
residuos regurgitadas por las máquinas. ¿Cuántas balsas, cuantas cortas
mineras con millones de hectómetros de aguas ácidas y metales pesados,
cuantos depósitos encapsulados con materiales altamente tóxicos hay en
ese desierto mineral? Los ministros del Crecimiento ofrecen pocas cifras
sobre este legado de azufre y metales inhóspitos que ha sacado a la
superficie el extractivismo minero, y que deberá permanecer ahí,
vigilado, por miles de años. En 1998 reventó la balsa de Aznalcóllar, en
2017 se rompió el dique de la corta de La Zarza… ¿Cuándo ocurrirá el
próximo escape? ¿y qué decir de la filtración a las aguas freáticas?
¿Puede contabilizarse la hipoteca social y ambiental que dejan las
mineras tras veinte o cuarenta años de ganancia?
Volvemos a la autopista, y llegamos a la capital provincial, con sus
polígonos industriales, esos engendros de fealdad, suciedad y
secreciones malolientes y dañinas, y con las balsas de fosfoyesos,
desierto blanco y radiactivo, como ha reconocido tardíamente ENRESA.
Dicen los Científicos Económicos que a mayor fealdad mayor es la riqueza
generada y los puestos de trabajo. Y como todo se supedita al
Crecimiento y al Trabajo, hay que seguir soportando los malos humos, los
suelos y las rías envenenadas. Los dueños de la industria aseguran que
ya no contaminan, pero eso significa por lo general que las secreciones
perniciosas, consustanciales a la elaboración de los productos de esa
industria, la disimulan de nuevos modos, o la llevan a otra parte.
No más dejar Huelva en dirección a Sevilla entramos en el desierto de
los frutos rojos. 10.000 Has. y creciendo. También muy tardíamente las
autoridades han reconocido que los pozos ilegales están secando el
acuífero de Doñana. Los productores piden más agua, y más mano de obra
semiesclava. ¿Es que no hay límites?
Qué veloces las autopistas de nuestra Andalucía modernizada, ¡pero
que abrumadora la vista de los desiertos que trae el Crecimiento
Económico! El propósito del viajero es seguir recorriéndolos, pero ha
visto demasiado hoy. Una pregunta le persigue mientras se retira a
descansar: ¿no es posible escapar, frenar al menos, este Crecimiento
Económico de los desiertos?
Fétix Talego Vázquez
https://portaldeandalucia.org/opinion/los-desiertos-en-andalucia-1/
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