Desde la
década de los noventa del siglo pasado el mantra más repetido −para
imponer políticas económicas cuyo objetivo era detraer rentas de la
clase trabajadora para entregarlas a los más fuertes económicamente− ha
sido que dicha política es la única política (económica) posible. Esta política económica depauperadora, así como la extracción insostenible de todo tipo de recursos han alcanzado su límite social
y ecológico. Ecológicamente lo está indicando el cambio climático y el
agotamiento de los recursos naturales ocasionado. Socialmente lo
confirma el empobrecimiento de la clase media y la pauperización de la
clase trabajadora. Podemos repetir hoy, por tanto, pero por los motivos
opuestos, que la única política (económica) posible es la que respeta los límites que impone el planeta
a la extracción y consumo de recursos no renovables y la capacidad de
absorción de la contaminación. Y la que es justa socialmente.
Para
entender el actual panorama socio-político no podemos olvidar la
influencia del agotamiento de recursos en el giro de la economía a la
finaciarización y hacia las industrias tecnológicas. El presente es confuso, no un tiempo de certezas. Y el futuro no se percibe mejor que el pasado.
Y esta confusión tiene anclada a la gente a un «posibilismo resignado» y
falto de horizonte, en el que el peso del día a día impide «mirar más
allá de lo inmediato». Circunstancia ésta última que explica el giro pesimista, nostálgico y reaccionario de la clase media antaño progresista.
Sabemos que
mañana podemos no estar aquí. Pero este axioma ya no puede ser
considerado solo desde la propia óptica vital. La crisis ecológica ha
convertido esta posibilidad individual en una probabilidad colectiva si
no actuamos ya. Si queremos recuperar el control sobre nuestro futuro, la única política posible es la que tiene como eje la sostenibilidad.
La que se nos ha vendido como la única política (económica) posible:
consumo, bajada de impuestos, recortes sociales, enriquecimiento del 1%,
menos democracia, es mentira. Y además es insostenible social y
ecológicamente. Es urgente, por tanto, que la sociedad abrace el cambio a lo verde:
que abarca no solo la sostenibilidad, si no también la igualdad de las
mujeres y los hombres en la sociedad, en los cuidados y en la
reproducción de la vida biológica.
Las consecuencias negativas que está imponiendo el cambio climático en nuestras vidas, hace que debamos formularnos muchas preguntas y reformularlo todo.
Si queremos que mañana el presente vuelva a ser mejor que el pasado, si
queremos dejar atrás la incertidumbre y recuperar la confianza, hemos
de instaurar una nueva organización y un nuevo reparto del poder, la influencia y los recursos.
En oleadas sucesivas debemos cambiar urgentemente las estructuras
económicas actuales y las ideas políticas. Reformar e innovar los
elementos culturales de la sociedad actual: defender la igualdad de
mujeres y hombres; exigir más democracia; redefinir los sentimientos de
pertenencia a la nación; y favorecer una familia no patrialcal. Y, como
elemento de convicción, subrayar la estabilidad y la seguridad de esta
nueva dinámica política, frente a la inestabilidad de la actual dinámica
solo favorable para las clases dominantes.
O abrazamos
el cambio o nos abrazamos a un pasado obsoleto. El mundo que está
apareciendo no va a ser una continuación del que hoy tenemos –ecológica,
tecnológica y socialmente−, sino uno completamente distinto. Hoy el pasado no es solo lo pretérito, es también la visión que solo contempla el presente. No podemos conformarnos solo con resolver a la urgencia o a la necesidad del día a día del ciudadano común, del gestor
y/o del político. De lo inmediato. Porque entonces los acontecimientos
nos sobrepasarán. Hemos de mirar más allá, a pesar de las dificultades.
Hoy tenemos la opción de mirar al futuro, perspectiva que ha de tener
como primera tarea la recuperación de la ilusión. Además de evitar un
cambio climático descontrolado y una sociedad partida por la desigualdad
que arroje a la pobreza a grandes partes de ella. En líneas muy
genéricas esta visión del futuro se debe traducir en el abandono el enfoque mundo y el abrazo de la perspectiva planeta.
En dejar de pensar y actuar desde perspectivas de clase o nación, para
hacerlo desde la perspectiva de especie y de planeta, dentro de las
cuales aquéllas habrán de insertase. Porque a pesar de las arengas,
peroratas y discursos de los salvapatrias reaccionarios y los
populistas, no tenemos más patria que el planeta.
La cuestión es: qué sostenibilidad y cómo llegamos a ella.
Pero, ¿y si la mayoría social aceptara continuar en el consumismo
nihilista y en el entretenimiento banal y no hacer nada o no hacer lo
suficiente para evitar las consecuencias del cambio climático –situación
en la que aún nos encontramos, como ponen de manifiesto los científicos
y los jóvenes con sus manifestaciones−?: ¿sería legítima dicha
decisión?; ¿deberían los gobernantes elegidos por el pueblo continuar
aplicando un programa de gobierno que conduce al desastre o deberían
éstos gobernar en nombre de la justicia social, la igualdad y la equidad
entre generaciones y aplicar un programa que contribuyera de manera
real a la lucha contra el cambio climático y la crisis ecológica?;
¿tendría la minoría del presente derecho a rebelarse contra la decisión
de la mayoría que la condena?; ¿puede una mayoría de ciudadanos del
presente perjudicar los derechos, medios, posibilidades y modo de vida
de los ciudadanos del futuro?
Lo inevitable es posible. Es urgente. Es ineludible. Hoy solo es factible abrazar el cambio, nunca conservar el pasado obsoleto. Y no solo hemos sumarnos al cambio, sino liderarlo desde la democracia y sobre premisas de sostenibilidad, igualdad y equidad. O eso u otros nos impondrán su cambio.
Francisco Soler
http://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/2019/04/15/la-unica-politica-economica-posible/?fbclid=IwAR3wCcwpOP-LsNDon536hlMA3VbsfviTqUN4cxMA-_KSEtWASsPNrcNgeiA#.XLUF-hwjliw.facebook
0 comentarios:
Publicar un comentario