Estamos en el límite de lo político, de
lo ecológico y de lo moral. Y desde ellos es de donde debemos pensar
para actuar. Pero no veo que esto sea así. Veo unas fuerzas políticas
instaladas en el posibilismo climático cuando no es tiempo ni hay tiempo
para ello. Y me pregunto entonces: ¿de qué le serviría a un
partido verde ganar elecciones o alcanzar el poder con un pacto o
coalición, si la acción de gobierno o la actividad parlamentaria que se
despliegue después no sirve para evitar un incremento global de la
temperatura en el planeta superior a 1,5ºC? Esta pregunta no
puede responderse en el vacío, sino que ha de ser contestada en relación
con esta otra: ¿cuál es la finalidad y el objetivo de un partido verde?
No tener en cuenta la segunda pregunta para contestar la primera hace
que cualquier respuesta que se pueda obtener se vea como válida. Sirva
de ejemplo para ilustrar esta cuestión el pacto de gobierno de Los Verdes y el partido de la derecha austriaca (ÖVP), aliado con la extrema derecha en la anterior legislatura.
Una respuesta a la pregunta formulada y que tiene en cuenta ambas cuestiones sería la que daba la dirigente verde alemana, Petra Kelly,
al decir: «Como verdes no forma parte de nuestro concepto de la
política buscar un sitio a la sombra de los partidos políticos
establecidos ni ayudarlos a mantener el poder y el privilegio que forma
parte de ellos. Ni aceptaremos ninguna alianza ni coalición. (…) Lo
último que nosotros queremos es utilizar las idas verdes para
rejuvenecer otro partido político.»
¿Cuál es entonces el objetivo
de Los Verdes austriacos: evitar que la derecha y la extrema derecha
vuelvan a gobernar juntas como en la anterior legislatura o hacer que
los compromisos de Austria en relación con el Acuerdo de París sean lo
suficientemente ambiciosos para que dicho país pueda contribuir a evitar
un cambio climático fuera de control de los humanos? El primer objetivo es el principal para las izquierdas y al segundo se dedican cuando tienen tiempo o hay dinero suficiente. El segundo
es el que debería ser el principal de un partido verde. La amenaza a la
supervivencia solo puede resolverse mediante un cambio estructural, no a
través del control de la crisis o de retoques cosméticos.
Otra respuesta, pero que solo tiene en cuenta la primera de las preguntas formuladas, es lateoría del «centro verde»
que formulan algunos ecologistas en Twitter: «El “centro verde”, un
partido ecologista capaz de trazar alianzas con los conservadores. “Un
reparto posible de ministerios que daría (a los verdes)
infraestructuras, transportes y medio ambiente, asuntos sociales y
Justicia”. El ecologismo debe hacer una crítica feroz al capitalismo
como causante de problemas climáticos y sociales. Después, ha de
proponer alternativas. Y ahí se trata de transformar la sociedad, pero
no sólo nuestra esquina rojiverde. Hay que involucrar a todo el mundo.»
Habría que volver a formularse las preguntas que P. Kelly se hacía:
«¿podemos tener esperanza en un deseo positivo de cambio de su parte?;
dado que sus propias estructuras son contrarias a los principios de la
democracia, ¿pueden sus representantes cambiar sus políticas?». Su
respuesta ayudará a ver el camino.
¿Realmente creemos que la acción
climática de Austria tras este pacto de verdes y conservadores va hacer
cambiar a éstos sus políticas y la acción climática que despliegue el
gobierno va a estar en la línea de ambición reclamada por los
científicos? Si no vale para ello: ¿para que sirve entonces la presencia de un partido verde en el gobierno?
Y otra respuesta sería la de Greta Thunberg
en Twitter, más alineada con el cambio estructural que defendía Petra
Kelly: «Es hora de comenzar a preguntar a nuestros [representantes]
electos cómo van a lograr esto [evitar que la temperatura se incremente
en más de 1,5ºC]. O dejar que expliquen por qué deberíamos renunciar al
objetivo de 1,5°C y, al hacerlo, aumentar significativamente el riesgo
de desencadenar reacciones en cadena irreversibles más allá del control
humano.»
Hay que preguntarle entonces al nuevo Gobierno de ‘Coalición Progresista’ que se forme como va a ser su acción climática y si va a renunciar a que España tenga la ambición que reclaman los científicos y la ONU con el cambio climático.
La respuesta la encontramos en el programa de gobierno de la Coalición Progresista: ‘Nuevo Acuerdo para España’ es un bluf
en materia de cambio climático. Planea sobre él sin aterrizar. Declara
en el primer párrafo de la Introducción que el objetivo de este gobierno
es situar «a España como referente de la protección de los derechos
sociales en Europa». Pero debemos interrogarnos por qué no plantea
también que España sea una referencia –en Europa y el mundo− en relación
al cambio climático. No se entiende esta falta de ambición en la acción climática
cuando la zona Mediterránea va a exigir acciones de mitigación más
profundas, pues el incremento de la temperatura aquí es mayor que en
otras zonas del planeta: hoy ya ha sobrepasado los 1,5ºC.
Avanzando en la lectura del programa de gobierno se observa que en el primer punto de las medidas se habla de «consolidar el crecimiento» económico, afirmación que concreta diciendo que será una «política económica orientada a potenciar el crecimiento».
Que acto seguido califica de sostenible, sin más matiz ni explicación.
Pero crecimiento y sostenibilidad son incompatibles. Ello me lleva a
pensar que no estamos ante un olvido o una redacción defectuosa de este
apartado del programa de gobierno, sino que el mismo no es más que un
descomunal lavado verde de cara o green washing.
En esta democracia sin virtud,
como decía Eugenio Trías nos «revolcamos en la sombra de la política».
Ese lugar donde habita «la disposición al crimen, al fratricidio, al
homicidio» que nos inviste de su poder de negación, destrucción y ruina.
¿Exagerado, pesimista? Ni lo uno ni lo otro.
La sospecha de que nos hemos instalado en la sombra de la política la confirma un análisis rápido de las medidas que el programa de gobierno PSOE-UP propone para luchar contra el cambio climático:
no se hace referencia a objetivos de reducción de emisiones, sino a
objetivos de generación eléctrica de origen renovable y la única mención
que hace a la descarbonización es referida al sector eléctrico, sin
referencia al resto de sectores productivos; se propone de manera
genérica la implementación de una estrategia de rehabilitación de
edificios, pero a largo plazo y sin referencia a la eficiencia
energética; se habla de mejorar la eficiencia de la cadena logística
pero sin más concreción; no se hace referencia alguna al transporte
interurbano por carretera ni de potenciar la red ferroviaria, salvo en
lo referido a los trenes de cercanías; no se propone incrementar la
superficie forestal, solo habla de gestión y aprovechamiento sostenible;
se propone establecer el delito de maltrato de animales salvajes,
medida que no se entiende qué tiene que ver con el cambio climático.
Este programa de gobierno en materia de cambio climático no establece compromisos ni específicos ni ambiciosos y sigue dejando las manos libres al Gobierno que se constituya para que continúe incumpliendo los compromisos que España contrajo con la firma del Acuerdo de París. Mi pregunta es: ¿para qué sirve? Respondo: para hacer creer a la gente que se están adoptando medidas ambiciosas que reclaman los científicos para afrontar la crisis climática, cuando no es así.
Pero el verdadero alcance de las medidas
de lucha contra la crisis climático la encontramos en el punto 8 del
acuerdo que el PSOE ha firmado con el PNV, en el que se hace referencia a
«posibilitar una transición energética realista». Subrayo el término «realista»
pues confirma las sospechas que tenía al leer el programa de gobierno.
El programa de este gobierno –por más que quiera vestir el muñeco del
cambio climático y vendernos la moto− es un anuncio de que seguirá en la
senda del cumplimiento insuficiente de los compromisos
del Acuerdo de París, que nos conduce –si no adoptamos ya medidas
contundentes− a un incremento catastrófico de temperaturas de 3,4ºC o
más. Y por eso mismo no se que pintaba Juanxto López Uralde, ex-portavoz
y ex-miembro de Equo, en la presentación del programa de gobierno,
otorgándole al mismo con su presencia un sello verde que ni tiene ni
merece.
Aún reconociendo que las medidas tanto en relación con el cambio climático como las medidas sociales que se recogen en el programa de gobierno, son positivas, así como otras que se recogen respecto a la acción de gobierno en otras áreas. Las referidas al cambio climático son claramente insuficientes y no son las medidas que se podían esperar de un gobierno que se autodenomina progresista. No sirven las acciones que se quedan dentro del ámbito confortable de lo posible.
La lucha contra el cambio climático no es compatible con un programa de
crecimiento económico que evite el enfriamiento económico previsto a
partir de 2020. Para lo único que van a servir estas medidas, es para
que el Gobierno se ponga la medalla en relación con el cambio climático y pase la patata caliente a la generación de Greta y posteriores. Con el agravante de que sabía lo que iba a pasar y no ha hecho lo suficiente. ¿Qué debería hacer un partido verde en una tesitura como la de Austria?
Permitir la investidura de un gobierno con la contrapartida de una
serie de medidas acordadas y quedarse en la oposición desde donde seguir
exigiendo el cumplimiento de su programa político y cuantas medidas
sean necesarias para que la acción de gobierno sea climáticamente
ambiciosa ¡Si Petra Kelly levantara la cabeza!
Francisco Soler
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