"Ahora
podemos reinventar Europa",
escribía hace algunas semanas Florent Marcellesi en el diario.es.
"La podemos reinventar y construir desde la ecología
política", afirmaba, enumerando los
retos a los que se enfrenta la Unión Europea y la alternativa por la
que muchos creemos que hay que comprometerse:
la de una Europa de la solidaridad y de los derechos humanos,
centrada en garantizar el bien común a las generaciones presentes y
futuras, liderando una transición ecológica capaz de responder
simultáneamente tanto al drama social como a la crisis
medioambiental en la que nos encontramos.
Sin embargo, me pregunto: ¿tenemos tiempo de
reinventar Europa? Como izquierda
verde del sur de Europa, con
grandes expectativas de futuro pero minoritaria, todavía, ¿cuál
es nuestra función, cuál debe ser nuestro mensaje para las próximas
elecciones europeas? Tenemos
claras las causas que nos han traído hasta aquí. Y sabemos
exactamente qué cambio de rumbo deben de tomar ahora nuestras
sociedades, el necesario viraje hacia un modelo energético,
productivo y democrático definitivamente justo y sostenible. Pero en
la Europa cobarde y vendida en la que vivimos, adueñada por finanzas
y mercados, ¿nos corresponden de verdad discursos vencedores?
¿Debemos centrar nuestro mensaje en un horizonte decrecionista, en
ambiciosas asambleas constituyentes paneuropeas y en escenarios de
bonanza económica en los que no nos encontramos, o debemos asumir lo
inmediato de una crisis que apenas deja tiempo para ensoñaciones
futuristas, sino para respuestas urgentes y completas, respuestas
verdes, pero que contesten la realidad de miseria y entrampamiento en
la que se encuentran hoy millones de personas en nuestro país y en
el resto de Europa?
Porque lo que necesitamos
ahora es crecimiento, no nos
equivoquemos. Crecimiento en
educación, sanidad y derechos sociales;
crecimiento en la lucha contra la
pobreza y la exclusión social,
que curiosamente son competencias comunitarias; crecimiento en la
devolución del Estado de Bienestar
y en la inversión por parte de
las instituciones en una transición ecológica que creará empleos y
frenará nuestra marcha imparable hacia el suicidio medioambiental.
La implementación de un Green New
Deal, en definitiva, como la
solución y salida definitivas de una espiral que ni siquiera los que
la crearon parecen capaces de dominar, y que debe centrarse en tres
ejes principales: la reducción de las desigualdades como primer reto
fundamental, tanto en términos de ingresos (mínimos y máximos)
como de participación (de grupos discriminados, por ejemplo, por
edad o género); la recuperación democrática, que acerque las
instituciones y la toma de decisiones a sus verdaderos dueños, la
ciudadanía; y el renacimiento industrial y sostenible, basado en la
justicia social y los límites climáticos.
No podemos confundir visiones de futuro, horizontes compartidos, con
las acciones necesarias para salir de donde estamos, porque nos
arriesgamos a no ser entendidos. No debemos confundir nuestro
contexto, nuestro discurso de épocas mejores, con nuestra fuerza y
capacidad reales, que no serán ni mucho menos despreciables: una
o un representante de Equo tendrá la oportunidad de ejercer un
impacto real en el Parlamento Europeo,
tendrá la oportunidad de ejercer cambios concretos y cruciales que
mejoren la vida de las personas de manera decisiva. Incluso un único
representante, así es. No porque, evidentemente, éste vaya a
conseguir en soledad instaurar una Renta Básica para cada ciudadano
de la Unión Europea en los próximos años. Sino porque con su
incansable trabajo luchará en cada enmienda, en cada negociación y
en cada resolución parlamentaria; y vencerá, en la búsqueda de
consensos, en la denuncia constante de la decisiones tomadas a
espaldas de la ciudadanía, en la exposición de aquellos que venden
Europa a los intereses de otros que no somos ni los ciudadanos ni las
ciudadanas. Y convencerá, empujando a favor de una Renta Mínima
Universal para los que más la necesitan en estos tiempos de
urgencia, como llevan haciendo los Verdes en el Parlamento Europeo
desde hace años. Y vencerá, al demostrar que la transición
ecológica que los verdes exigimos es posible, y que el camino hacia
una democracia más directa en la que se incluya a los ciudadanos en
la toma de decisiones se recorre sencillamente con la voluntad
política de hacerlo.
Es hora de salir de las reflexiones de despacho, y actuar. Es hora de bajar de la teoría de los cielos a la arena de la realidad política europea, y de ensuciarse, y de tomar decisiones valientes que cambien el rumbo que se está llevando hasta ahora, y que mejoren directamente las vidas de los que peor lo están pasando. Es hora de entrar en Europa, e impactar. Y de empujar hasta que cedan, hasta que salgan los que se aferran a un poder que no les pertenece. Es hora de ceñirnos al contexto, y de dar las respuestas que la gravedad del ahora nos requiere. Ya tendremos tiempo, cuando la tormenta amaine, de hablar de otros horizontes. Es hora de cambiarlo todo. Es hora de impactar Europa.
Es hora de salir de las reflexiones de despacho, y actuar. Es hora de bajar de la teoría de los cielos a la arena de la realidad política europea, y de ensuciarse, y de tomar decisiones valientes que cambien el rumbo que se está llevando hasta ahora, y que mejoren directamente las vidas de los que peor lo están pasando. Es hora de entrar en Europa, e impactar. Y de empujar hasta que cedan, hasta que salgan los que se aferran a un poder que no les pertenece. Es hora de ceñirnos al contexto, y de dar las respuestas que la gravedad del ahora nos requiere. Ya tendremos tiempo, cuando la tormenta amaine, de hablar de otros horizontes. Es hora de cambiarlo todo. Es hora de impactar Europa.
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Guillermo Rodríguez es consejero político de Juventud en el grupo Verdes/ALE del Parlamento Europeo y candidato en las primarias de Equo a las elecciones europeas
Guillermo Rodríguez es consejero político de Juventud en el grupo Verdes/ALE del Parlamento Europeo y candidato en las primarias de Equo a las elecciones europeas
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