La empatía como motor del cambio de los hombres


 Durante mucho tiempo sostuve que, si se nos pretendía reprochar algo a los hombres e invitarnos al cambio, había que decirnos las cosas claras y de la forma más directa posible. Si percibíamos que alguien andaba buscando el momento oportuno y el modo de decírnoslo para no herir nuestra susceptibilidad, sospechábamos que nos quería llevar al huerto y nos poníamos a la defensiva. Era por tanto preferible un hachazo verbal, como el titular de una noticia impactante, y luego, si no nos cerrábamos en banda, cabía explicarnos la letra pequeña. Supongo que era el modo en que mejor me habían llegado los mensajes que consiguieron cambiarme. Una dureza que reclama las cosas claras y a la cara, sin paños calientes. 

Siempre he creído que nuestras responsabilidades se incrementan a medida que conocemos el impacto de nuestras acciones, omisiones o silencios. Esto me lleva a ser más severo con los comportamientos machistas de los hombres que se presentan como defensores de la igualdad que con aquellos que ni se plantean su necesidad. Aunque también creo que apenas quedan adultos de este último grupo y que los varones nos dividimos entre los que pretendemos la igualdad y quienes la combaten. 

Los que compartimos los objetivos feministas combatimos los privilegios y las resistencias masculinas al cambio, pero nos cuesta llegar a quienes empiezan a recorrer el camino hacia la igualdad, entre otras cosas por la superioridad subjetiva con que les afeamos sus contradicciones. Es como si la intransigencia con que los juzgamos nos hiciera más igualitarios, y excusara lo indulgentes que podemos llegar a ser con nuestra falta de coherencia y múltiples escaqueos. Como si nuestra capacidad de aparentar ser receptivos a los discursos feministas nos hiciera implacables con el resto de los varones, legitimando cierto postureo y reduciendo nuestras propias responsabilidades.

 Hace años pregunté a un grupo de drogadictos que trataban de superar sus dependencias “por qué hay nueve hombres por cada mujer en los centros de rehabilitación, si hombres y mujeres prueban las drogas en la misma proporción”. Me contestaron que “las mujeres pueden ser, pero los hombres tenemos que ser”. Que ellas abandonen las conductas de riesgo significa que son prudentes, pero que lo hagan ellos indica que son cobardes. Y hace mucho menos, el macho alfa de un grupo de jóvenes que cumplían condena en una cárcel andaluza reconocía que hacía falta más valor para negarse a poner la vida en peligro con el resto de su pandilla que para jugársela con ellos. Desde entonces evito decirle a ningún hombre lo que “tiene que ser” o lo que debe hacer, y me molesta el tono de superioridad con que algunos lo hacen. No sé por qué hablan de “lo que tienen que hacer los hombres” quienes parecen estar de vuelta de todo sin haber ido a ningún sitio, y se permiten olvidar las dificultades del camino que han tenido que recorrer para alcanzar el grado de deconstrucción que han conseguido. Ni entiendo la falta de empatía hacia los jóvenes, los varones sin estudios, los racializados o los inmigrantes con unos valores sexistas que forman parte de los recuerdos de mi infancia. Valores de los que apenas nos separa una generación. Tampoco comparto el mensaje que llama a desentenderse de los costes de la masculinidad porque se trate de “daños colaterales del disfrute de los privilegios”, porque sé que visibilizarlos ayuda a entender que no siempre los beneficios que reportan estos privilegios son tantos como se pretende. Y porque, cuando llamamos a ignorarlos, mostramos el mismo desprecio hacia el dolor de los hombres como el que muestran los militares que nos hablan de las muertes, heridos y "daños colaterales" que acompañan muchas operaciones militares.

La lucha personal por la igualdad implica superar muchas resistencias y dificultades, y cada cual las vence como puede, a su propio ritmo, presionado por su entorno y por quienes más lo quieren: sus parejas, sus amigas, algún amigo... personas que suelen afearles sus machismos sin concesiones pero desde la empatía. A muchos hombres nos resulta más fácil pontificar que dialogar, contar cosas que aprender a escuchar. Por eso abundan los discursos para iniciados y escasean aquellos capaces de llegar a los varones menos receptivos; escasean discursos capaces de motivar a los confundidos por una igualdad que les presiona con mensajes contradictorios. Niños de primaria acusados del machismo en el que se les está socializando; jóvenes y adultos a los que resulta más fácil descalificar y etiquetar, por ser como se les pidió que fueran, que escucharlos para encontrar fórmulas que ayuden a iniciar con ellos diálogos productivos.

Nunca me gustó, aunque llegó a emocionarme, la canción de Facundo Cabral que repite una y otra vez eso de “Pobrecito mi señor que cree que el pobre soy yo”. No creo que haya que blanquear conductas impresentables, no creo que haya que hablar de sororidad masculina o tratar de justificar la menor de las complicidades, pero me parece razonable esperar la mínima empatía necesaria, la que hace falta sentir hacia aquel al que se quiere ayudar, conscientes de que la vida es el camino y la meta solo es el final de una etapa.

 José Ángel Lozoya Gómez
Miembro del Foro y de la Red de hombres por la igualdad

RACC y ciclistas: dos modelos de educación vial


 El Real AUtomóvil Club de Cataluña (RACC) acaba de descolgarse con la propuesta de un "carnet de condicir para ciclistas" y pone como ejemplo el "titulin" (uso sus propias palabras) que se exige a los propietarios de pequeñas embarcaciones recreativas para poder usarlas. Justifica su propuesta en una supuesta falta de formación de los ciclistas, lo que a su entender haría necesaria la medida.

Josep Mateu, presidente del RACC, durante la presentación de su propuesta 

Se trata de un modelo de educación vial totalmente opuesto al que desde siempre hemos defendido las asociaciones ciclistas: que la formación vial se imparta en las escuelas como parte del cirriculum escolar, con contenidos tanto teóricos como prácticos, impartidos estos últimos con la ayuda del único vehículo al alcance de todos los niños: la bicicleta. 

Frente a este modelo de formación vial (vigente ya en muchos países del norte de Europa) integrador, público, democrático y gratuito, el RACC se decuelga con un modelo desintegrador (los ciclistas por un lado, los automovilistas por otro, los peatones ¿donde y cuando?, etc.) privatizado (presumiblemente serán las autoescuelas o empresas similares las que preparen a los ciclistas para la obtención del carnet), antidemocrático (solo unos cuantos tendrán acceso a la formación y al carnet a que ésta dé lugar) y presumiblemente de pago. 

De hecho, el modelo propuesto por el RACC sería incluso una traba para el desarrollo del actual modelo de formación vial en la escuela vigente en España, en el que esta formación descansa en cursillos opcionales impartidos casi siempre por agentes de las policías locales o de la guardia civil de tráfico, en los que se utiliza, para su parte práctica, la bicicleta, por la razón antes aducida, es decir por tratarse del único vehículo al alcance de todos los niños. Si la propuesta del RACC se aprobase, solo los niños poseedores del "carnet" para ciclistas podrían acceder a esta formación (??!!).

Policías locales y niños y niñas en bici en un circuito de educación vial 

El ejemplo puesto por el RACC para ilustrar su propuesta, el "titulín" para las embarcaciones recreativas, en realidad lo que ilustra es su deseo de que la bicicleta vuelva a ser un vehículo de ocio y no el competidor cada vez más pujante del automóvil privado como medio de transporte en las ciudades. 

Ilustra también la principal contradicción de su propuesta y por qué no es apropiada para la educiación vial, no solo de los y las ciclistas, sino de la ciudadanía en general. ¿Qué porcentaje de la población española es propietaria y utiliza una embarcación de recreo? Alto o bajo, es evidente que se trata de una minoría. Por eso no tiene sentido incluir este tipo de formación en la enseñanza pública y se externaliza para ser impartido por entidades privadas que preparan para un tíulo oficial expedido por la administración competente, que valida esa formación. Algo parecido ocurre con el "carnet de conducir" vigente para los automóvilistas: no tendría sentido impartir en la escuela los conocimientos técnicos específicos necesarios para la conducción de los vehículos de motor a niños y niñas que quizás no lleguen a conducirlos nunca y que, en todo caso, carecen de edad para ello. Sin embargo ¿Qué porcentaje de la población utiliza la vía pública? Podríamos afirmar que el 100%. Por eso tiene todo el sentido del mundo que la educación para el correcto uso de la vía pública (como peatón, ciclista o automovilista) se imparta en la escuela pública y de acuerdo con una metodología integradora, no diferente para los diferentes usos (que no usuarios/as, pues todos hacemos esos usos simultáneamenete) de la vía pública. 

Dicho de paso, lo mismo debería ocurrir con la educación para la salud. Nos ahorraríamos o paliaríamos el menos muchos de los problemas que ahora nos acosan: obesidad infantil, proliferación de las enfermedades coronarias y vasculares, negacionismos varios...

Por qué siguen siendo imprescindibles los 'grupos de hombres por la igualdad'


 Los 'hombres por la igualdad' somos un movimiento social atípico porque nos articulamos en torno a renunciar a nuestros privilegios y a denunciar el daño que estos privilegios causan a las mujeres y a algunos hombres. Llamamos a asumir responsabilidades y a ceder poder, y buscamos algo tan complicado como movilizar a los hombres contra las injusticias de las que somos beneficiarios, conscientes de que estar por la igualdad implica que nuestra prioridad sea la lucha contra las desigualdades.


Sabemos que somos herederos del patriarcado y de la socialización masculina, pero también sabemos que no existe un enemigo exterior al que culpar del precio que pagamos por ir de machos por la vida, y que no debemos buscar nuestra felicidad sin mejorar al mismo tiempo la vida de las mujeres y de los hombres que sufren desigualdades de género. No es que no haya cosas que se puedan hacer para acelerar el cambio de los hombres hacia la igualdad, con el menor sufrimiento posible, desde las políticas de igualdad, salud, servicios sociales, trabajo..., sino que hemos de asegurarnos de que al aplicarlas se reducen las desigualdades de poder. Por eso es importante explicar bien cómo se consigue esto con los Permisos Iguales e Intransferibles por Nacimiento o Adopción, con la participación equilibrada de hombres y mujeres, con las políticas que promueven la incorporación de los hombres a la lucha por la igualdad o con la coeducación que, a partir de la diferente socialización que reciben niñas y niños, fomente valores universales para evitar que la “igualdad de género” se construya exclusivamente en torno a los modelos masculinos.


El cambio de los hombres, lento pero innegable, se debe a la presión del movimiento de mujeres y a nuestras propias reflexiones. Sus reivindicaciones nos ponen ante el dilema de aceptarlas y apoyarlas, oponernos a ellas, o adaptarnos a la presión de nuestro entorno. A mediados de los años ochenta empezaron a surgir grupos de hombres —en Valencia, Sevilla o Bilbao— que se planteaban la necesidad de revisar críticamente los modelos masculinos. Fue un proceso espontáneo que demuestra que respondían a una necesidad objetiva planteada por el cambio de las mujeres, y fueron sin pretenderlo el germen de un movimiento de hombres por la igualdad [MHX=], aunque tuvieron que pasar varios años para que supieran los unos de los otros y empezaran a coordinarse.


Estos grupos ofrecían la posibilidad de hablar de todo aquello que no solía surgir en las conversaciones con los amigos. Eran un espacio de intimidad y confianza al que estábamos poco habituados, y permitían compartir experiencias o sentimientos difíciles de contar fuera de ellos. Hablábamos de los temas que nos interesaban a partir de nuestras vivencias y nos sorprendíamos cuando estas eran similares a las vividas por otros miembros del grupo. Descubríamos lo que no queríamos ser y empezamos a intuir cómo ser más felices, al tiempo que más igualitarios en nuestras relaciones con las mujeres y con el resto de los hombres.Mantuvimos diálogos que nos ayudaban a enriquecer los argumentos de quienes dedicábamos parte de nuestras energías al activismo, aunque fue el asesinato de Ana Orantes lo que nos animó (al grupo de hombres de Sevilla) a salir al espacio público para acabar con el silencio, ese silencio cómplice que permitía a los victimarios pensar que contaban con el apoyo implícito de la mayoría de los varones. Salimos a la calle a recabar la adhesión de otros hombres a un manifiesto de “hombres contra la violencia ejercida por hombres contra las mujeres” y poner en circulación un lazo blanco (no sabíamos entonces que con el lazo blanco reproducíamos una iniciativa anterior impulsada por hombres canadienses).


Desde entonces han sido muchos los grupos que han aparecido por todo el Estado. Con comienzos originales, trayectorias diferentes, duraciones variables y finales imprevisibles, han supuesto para la mayoría de sus participantes una experiencia que los ha hecho más empáticos e igualitarios. Han sido un caldo de cultivo que ha hecho a sus miembros más corresponsables en el ámbito de lo privado, y al mismo tiempo han sido el germen de la mayoría de las asociaciones, redes y grupos mixtos que hoy se plantean la necesidad de trabajar por el cambio de los hombres.
 

Vemos que en la actualidad se acelera la necesidad de trabajar con los hombres: aparecen muchos libros sobre los hombres y algunos se colocan en las listas de éxitos; la universidad se va incorporando al estudio de las masculinidades; se crea un observatorio académico sobre masculinidades y un título de Especialista Universitario en Masculinidades, Género e Igualdad; se establecen en la península organizaciones trasnacionales como Promundo o MenEngage (que está impulsando la elaboración de una agenda feminista para hombres) y en Sevilla se prepara este año un 21 de octubre (#21oct21) que promete ser sonado.
 

Es un interés renovado motivado por el empuje de nuestro movimiento, la necesidad de aplicar las recomendaciones internacionales y la exigencia de construir un cortafuego al discurso neomachista de la extrema derecha. Una necesidad de animar a los hombres a la igualdad que parece estar llegando por fin a la agenda de nuevas instituciones públicas y de grandes empresas muy masculinizadas que han de aplicar los planes de igualdad. Se puede decir que el trabajo con los hombres empieza a ser un nicho de trabajo emergente; esto coincide con la iniciativa de agentes de igualdad y consultorías de género que piden la regulación de la profesión, solicitando un sistema público de homologación que evite el intrusismo.
 

Lo cierto es que estamos ante un discurso cada vez más académico y profesionalizado que ojalá nos ayude a acelerar el cambio, aunque quizá sea a costa de reducir la diversidad de temas de interés que es propia de los grupos de hombres. Estos grupos implican a una pluralidad de hombres y generan una empatía exenta de complicidad desde la que discutir las resistencias y las dificultades que se dan en el camino hacia la igualdad. Quizá esas cualidades para detectar y cambiar actitudes personales hacen que los grupos de hombres sigan siendo más necesarios que nunca, tan insustituibles como imprescindibles.

 

José Ángel Lozoya Gómez
Miembro del Foro y de la Red de hombres por la igualdad

8 DE MARZO Día Internacional por los Derechos de las Mujeres

 

Amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres ¡Qué poco es un solo día, hermanas, qué poco, para que el mundo acumule flores frente a nuestras casas! Desde la cuna donde nacimos hasta la tumba donde dormiremos –toda la atropellada ruta de nuestras vidas- deberían pavimentar de flores para celebrarnos. Nosotras queremos ver y oler las flores…

Gioconda Belli. “Ocho de Marzo”

 

A lo largo de la historia, hemos sido silenciadas, acalladas, ninguneadas y el inicio del movimiento femenino tuvo que ir necesariamente unido al movimiento obrero. Las mujeres que pedían justicia por su trabajo, pronto se dieron cuenta de que tenían que navegar con rumbo propio si querían llegar a alguna parte. De ahí que la revolución femenina en Inglaterra y más tarde en los EE.UU. tuvo un marcado carácter sufragista. Desde entonces, son muchos los caminos que las mujeres hemos recorrido. No se nos ha regalado nada, todo ha sido a base de esfuerzo y de luchan incesantes.

¿Pero qué quieren las mujeres? ¿No lo tienen todo ya? Se preguntan muchos hombres alarmados, cuando no asustados, por los comportamientos femeninos. A las feministas se nos asocia con una especie de “ataque colectivo de histeria”, de "desbordamiento" de "abuso" femenino. Sin embargo, bastaría con echar una ojeada a la historia para darse cuenta de que tal "desbordamiento y tal abuso", cuando lo ha habido, ha sido siempre masculino.

Los avances femeninos en materia de igualdad son considerados por el Instituto Europeo de Género (EIGE) como “pasos de tortuga”. Los centros de poder político y judicial están ejercidos por hombres y ahí es donde salimos peor paradas. Según datos del EIGE, España, con 70,1 puntos sobre cien ocupa la novena posición entre los 28 países que componen la Unión Europea, mejorando en 1,8 puntos con respecto a años anteriores, es decir 0,6 décimas más sobre el 1,2 de avance medio en la UE. Suecia (83,6 puntos), Dinamarca (77,5), Francia (74,6) y Finlandia (73,4) ocupan las primeras posiciones del ranking, mientras que Grecia (51,2) Hungría (51,9), Eslovaquia (54,1) y Rumanía (54,5), son los países con peor puntuación.

Las estructuras de poder patriacales prevalecen, las mujeres representan solo el 23% de los cargos ministeriales en Europa. La cultura jurídica en nuestro país es muy patriarcal: de los 2.886 notarios que hay en España, 2.191 son hombres y solo 675 son mujeres (23%). En la abogacía hay una mayoría de mujeres; pero en los órganos colegiales lo ocupan mayoritariamente los hombres. Hasta 2004, ninguna mujer había presididio el Tribunal Constitucional y hasta 2018 tampoco el Consejo de Estado, a pesar de que su presencia en ellos ha ido a la alza. Ocurre algo parecido entre los profesionales médicos y de la salud, existe una mayoría de mujeres; pero el control de los órganos de poder lo tienen los hombres. El porcentaje de mujeres directivas en España está estancado en un 37%. En cuanto al entorno rural, un 80% de mujeres reconocen que sufren manifestaciones machistas. Sin decir que en tiempos de crisis, las mujeres somos más vulnerables, 3 de cada 4 empleos que se destruyen son femeninos.

Sin embargo, algo muy importante ha cambiado en el feminismo. Las mujeres no solo hemos tomado las riendas de nuestras propias reivindicaciones; sino que somos capaces de liderar importantes movimientos sociales en favor de un mundo más justo. Esta es la gran conquista del feminisno y ya es imparable. Las masivas Marcha de Mujeres por las Igualdad en Washington y el mundo entero, dieron visión a importantes y firmes movimientos,Nosotras somos América”; desde EE.UU. a Madrid, Paris u Oriente, las mujeres se manifestaron. Se creó un movimiento intersectorial por los derechos de los más pobres, por el clima y contra los abusos sexuales. Mee too era solo una pequeña parte de un gran movimiento que llevaba décadas en marcha. Mujeres famosas, potentes y poderosas se unieron para denunciar ante el mundo los abusos a los que estamos expuestas; era un clamor que salía del silencio acumulado por siglos, y son las propias mujeres negras las que están liderando el movimiento, Black Live Matter.

No solamente hay indignación y pasión en las mujeres, hay lucha por la justicia social, por un mundo mejor para todos. Ha surgido un nuevo lenguaje que representa al feminismo. Las mujeres queremos un cambio social, ya no creemos en las mentiras y no tenenos por qué disculparnos. Nos hemos convertido en activistas por los derechos civiles y estamos al frente de esos movimientos. Las jóvenes han sustituido a las madres y a las abuelas, han tomado el relevo…Y nos vamos a parar.

  • NO VAMOS A PARAR, mientras no existan leyes que garanticen la equiparación salarial.

  • Mientras que seamos cuidadoras, cocineras, limpiadoras a tiempo completo, sin

compensación económica.

  • Mientras no exista corresponsabilidad en nuestras familias.

  • Mientras salir a la calle por la noche implique tener miedo por nuestra seguridad.

  • Mientras seamos maltratadas, violadas o vendidas como exclavas sexuales.

  • Mientras seamos agredidas y acosadas, incluido en redes sociales.

  • Mientras el poder político y judicial, los órganos de toma de decisiones sean ejercidos mayoritariamente por hombres.

  • Mientras podamos predecir que un hombre va a ser nombrado para un puesto directivo y nosotras tengamos que demostrar que valemos para ello.

  • Mientras seamos discriminadas en función de nuestro género, el movimiento feminista seguirá adelante y solo terminará el día que ya no sea necesario hablar de feminismo.

Pero no se puede cambiar unicamente a fuerza de decretos leyes. El feminismo es un proceso en el que también los hombres tienen que caminar hacia una vida mejor para hombres y mujeres. Es una concepción ética del bien común. Es corresponsabilidad en el liderazgo. Es el poder horizontal, usado como herramienta para un orden más justo.

Necesitamos educación en valores en la familia, en la escuela, en el trabajo. Hace falta en fin, la suma de responsabilidades de hombres y mujeres. El 8 de Marzo no es solo el día que la Internacional Socialista instauró la defensa de los Derechos de las Mujeres, es también el día en el que los hombres, cada hombre, debería examinar su propio comportamiento y mirar hacia las mujeres de su entorno, hacia sus compañeras de trabajo, hacia sus hijas, con una mirada integradora y menos cargada de prejuicios.

Los hombres que nos respetan, que nos valoran, los hombres feministas en suma, son como dice el profesor Octavio Salazar, menos beligerantes, menos invulnerables, no tienen por qué demostrar constantemente su hombría y por ende, son mucho más felices. ¡Todos salimos ganando!



Carmen Ciudad

Women International League for Peace & Freedom – WILPF





Trump en el Capitolio. Desigualdad, enemización y democracia representativa

Imagen de Another_Simon en Pixabay

 

 Fue toda una metáfora. La irrupción espiritual de Trump en la sede de las dos cámaras del Parlamento estadounidense a través de sus exaltados seguidores el pasado 6 de enero es un auténtico símbolo de la aspiración nacionalpopulista encarnada en el multimillonario empresario que ha revolucionado el liderazgo político en estos años: la aspiración de concentrar todo el poder para poder alterar, incluso, la realidad.

Mucho se ha hablado sobre las causas del ascenso y triunfo de Trump, su modo de gobernar y las consecuencias que deja tras de sí su negativa a reconocer la legitimidad de su derrota.

Todos los análisis, incluidos casi todos los que ha ido recogiendo este blog, coinciden en la creciente desigualdad socioeconómica que viven las sociedades ricas y en particular la estadounidense, a partir sobre todo de la Gran Recesión de 2008. Evidentemente, existen también factores culturales como el supremacismo blanco, que se ve amenazado en un contexto además en que las clases medias han perdido capacidad adquisitiva como consecuencia de las consecuencias de la deslocalización globalista que ha dejado claras muestras en esta pandemia y que ya reflejara Clint Eastwood a través del ejemplo de Detroit en su magistral Gran Torino.

La construcción de la realidad a través de la posverdad y la presentación de hechos alternativos, el estilo chulesco y prepotente del mandatario, la enemización del adversario que polariza a la sociedad y su rechazo de todo aquello que pudiera tener algo que ver con el stablishment y las ideas cosmopolitas de la población urbanita de las dos costas (creencia en el cambio climático, defensa de la multiculturalidad, apertura comercial y cultural al exterior…) han caracterizado también su mandato.

El asalto al Capitolio animado, consentido y comprendido por el multimillonario expresidente es el resultado de todos estos factores. La existencia de grupos paramilitares de extrema derecha, alentados por un personaje que se expresaba a golpe de mensaje visceral en redes sociales, configuró una especie de autogolpe dantesco que portaba en sí mismo todas las debilidades que enfrenta quien cree que el relato puede construir la realidad por sí mismo.

No obstante, como apuntan también la gran mayoría de analistas, es difícil saber si se cierra una etapa o se abre más bien una nueva. Yo apostaría más bien por lo segundo, y en varios sentidos y ámbitos. Hoy nos atenderemos a Trump. Por lo que respecta a su visión, táctica y estrategia, no cabe duda de que se insertan en el mismo contexto de descontento que asola Occidente desde la quiebra de Lehman Brothers y que ha girado en los últimos años desde la izquierda populista hacia la extrema derecha nacionalpopulista de tintes neofascistas. La figura inspiradora de ese giro, alentado por el gurú Steve Bannon, ha sido precisamente el magnate estadounidense. Pero Trump no emerge en el vacío.

En efecto, el miedo y la incertidumbre ante los cambios acelerados que ha provocado la globalización ha derivado en rabia (tal como apunta González Faus), más aún cuando se pretende contemplar a las víctimas del sistema como causantes (inmigrantes, minorías discriminadas, medio ambiente…) de sus problemas. Tampoco ayuda, como veremos, que los demócratas utilicen de manera interesada y meramente simbólica estas cuestiones. Pero lo que está claro es que la desorientación del estadounidense blanco medio de interior le ha llevado a aferrarse al asidero más estable y claro: la identidad tradicional supremacista blanca-nacionalista-evangélica (lo wasp, vamos). El problema es que esa identidad está construida sobre el rechazo a lo diferente y lo que considera externo. Por tanto, es como echar petróleo al fuego: del miedo y la rabia se acaba en el odio.

La estrategia de la enemización, utilizada como táctica que permitió a Trump presentarse como un enemigo del stablishment de Washington pese a ser un personaje claramente vinculado a las oligarquías más influyentes del país, le permitió ganarse el voto de esos sectores enfadados con las élites cosmopolitas globalistas (neoliberales o socialdemócratas, eso daba igual) con un discurso políticamente incorrecto y, por tanto, aparentemente fresco. Lo “nuevo”, sin embargo, traía una peligrosa cola que ha ido traspasando todas las líneas rojas marcadas en las costumbres políticas de la potencia americana. El último reflejo de estas, tras el asalto, fue la anulación de varios vetos del presidente por parte del Senado y la inasistencia del presidente saliente a la toma de posesión del electo. Hechos sin parangón en la reciente historia estadounidense.

Sin embargo, una enseñanza a resaltar, que puede ser de gran provecho también en nuestra realidad española, es que el pluralismo tiene un límite: quienes no creen en el pluralismo. Lo afirma alguien tan poco sospechoso de extremismo como Adela Cortina: necesitamos mínimos morales. Si no, nuestra civilización perecerá. Al respecto, cabe resaltar que, como desarrollaré en artículos posteriores, es fundamental que empecemos por respetar los límites del planeta.

En segundo lugar, es preciso dar una llamada de atención sobre la crisis sin precedentes que atraviesan las democracias liberales representativas. Crisis que, evidentemente, tienen raíces económicas, pero también de agotamiento de un sistema político pensado para un mundo mucho más estanco. Al respecto, cabe advertir que las imágenes del 6 de enero, en blanco y negro podría ser los años 1930… El peligro de seguir repitiendo las dinámicas que tras la crisis del 29 llevaron al fascismo de entreguerras y a todo lo que vino detrás está ahí. No hay que bajar la guardia.

Al respecto, la construcción subjetiva de la realidad que permite también la destrucción del tejido social que había generado el neoliberalismo y que ha segmentado la comunidad política a tal punto de haber destruido no sólo la posibilidad de horizontes compartidos y la necesidad de trabajar por un bien común, sino incluso la posibilidad de ver la realidad desde relatos completamente diferentes, no ayuda evidentemente nada. Y las redes sociales son una autopista para estas tendencias. En efecto, ya avisó Trump de que iba a ganar. No cabía otra posibilidad. La construcción subjetiva de la realidad puede llevar a estos delirios, que pueden arraigar en las masas enfervorecidas y provocar consecuencias convulsas.

De este modo, la democracia se convierte en este esperpento cuando se deshumaniza al adversario y se traspasan todas las líneas rojas de respeto al otro. Y también cuando no se ponen límites a aquellos que no creen en ella. Si generas una sociedad posmoderna que no cree en nada y lo bates con la ignorancia, la manipulación y la demagogia etnocéntrica… sale esto.

En todo caso, “esto” no se ha acabado. Mientras el asalto sucedía, la carrera por la sucesión de Trump ya había comenzado en el interior del edificio. Pence soltaba lastre para poder ser elegible dentro de 4 años…. El propio Trump, gente de su entorno u otros líderes dispuestos a tomar las riendas del movimiento que ha despertado, pueden volver en 4 años. Esto puede ser un auténtico problema para el Partido Republicano, que se debate entre su línea clásica o la línea dura inaugurada por el narcisista multimillonario. En todo caso, dentro o fuera del Partido Republicano, él o sus herederos son un grave riesgo para este. Pues si es succionado, ligará su destino a aquél. Y si no, correrá el riesgo de condenarse a la irrelevancia en el corto plazo. 

No, esto no se ha terminado. Más bien, es posible vislumbrar que esto no ha hecho más que empezar. Porque es cierto que los excesos de Trump han provocado una ola de rechazo que han acelerado su caída, pero las semillas que ha sembrado, resucitando los fantasmas de las peores tradiciones del Estados Unidos más profundo, pueden encontrar en los próximos años tierra fértil donde agarrar. Más aún porque Biden no resolverá las raíces del problema (la desigualdad socioeconómica) y seguirá “provocando” a este sector utilizando simbólica pero inoperativamente a las minorías (sin resolver realmente sus problemas, pero aparentando que las atiende, generando el efecto rebote en el supremacismo y la dinámica de la “queja de los blancos”. Pero también porque, como se tratará, este nacionalpopulismo de extrema derecha supone un peligroso antecedente, y más aún en medio de esta pandemia, para una respuesta que derive dentro de pocos años en ecoautoritarismos nacionalistas cuando el cuento del capitalismo verde de Biden no funcione. ¿O creen que las oligarquías nacionales renunciarán a utilizar a estos energúmenos para defenderse cuando el colapso sea inminente? Ahí veremos cuántos neoliberales siguen siendo globalistas. Y cuántos suspiran por un Trump en el Capitolio.

 

Breve reseña del libro "Cycling for Sustainable Cities".


La razón de esta nueva entrada de mi blog es haceros partícipes de la aparición del libro Cicling for Sustainable Cities, libro colectivo coordinado por Ralph Buehler y John Pucher (dos de los estudiosos más reconocidos del ciclismo urbano a escla internacional) en cuya redacción he tenido la inmensa suerte de poder participar. El libro es la continuación de otro libro de los mismos autores titulado City Cycling, publicado en 2012 por la misma editorial, que se presentaba como "Una guía para el  renacimiento del ciclismo urbano a escala mundial, con información acerca de los beneficios de la bicicleta para la salud, seguridad vial, bicicletas y equipamiento de la bicicleta, vías ciclistas, bicicletas públicas, etc." El libro City Cycling se convirtió en un auténtico best seller y esperamos que lo mismo suceda con Cycling for Sustainable Cities.

Mi participación ha sido a través de un artículo conjunto con Roger Geller acerca de las políticas de promoción de la bicicleta en Portland y en Sevilla, dos ciudades de tamaño medio que han irrumpido con fuerza entre las ciudades amables para la bicicleta durante los últimos años. Roger Geller ha sido y es el director de políticas de movilidad ciclista en Portland y un servidor hace lo que puede en Sevilla. Este artículo se enmarca dentro de la idea de dar una perspectiva general de las políticas de promoción de la bicicleta en el mundo, lo que incluye artículos sobre el desarrollo de dichas políticas en China e India (por John Pucher, Geetam Tiwari, Zhong-Ren Peng, Rong Cao, y Yuan Gao), en Latinoamérica (por Carlos Felipe Pardo, Daniel A. Rodriguez y Lina Marcela Quiñones), en grandes ciudades como Nueva York, Londres y París (por John Pucher, John Parkin y Emmanuel de Lanversin), en las ciudades icónicas del ciclismo urbano mundial Amsterdam y Copenhague (por Till Koglin, Marco te Brömmelstroet y Bert van We), y finalmente las ciudades que empiezan a despuntar en estos temas como Portland y Sevilla. 

Junto a esta panorámica del ciclismo urbano a escala internacional, el libro incluye contribuciones de sobre temas específicos como políticas y programas de promoción de la bicicleta, ciclismo y salud, seguridad vial para la bicicleta, infraestructuras para la bicicleta (vías ciclistas), aparcamientos para bicicletas, bicicletas eléctricas, sistemas de bicicletas públicas, bicicleta y mujer, niños y ciclismo urbano, las personas mayores en el ciclismo urbano, ciclismo urbano y justicia social, evaluación de las políticas y programas de promoción de la bicicleta y el papel de los movimientos sociales en el fomento de la movilidad urbana en bicicleta. Todas ellas escritas por las/los especialistas más reconocidos a escala internacional. 

Estamos pues ante una auténtica y autorizada guía para el desarrollo de políticas de promoción de la bicicleta a todos los niveles y desde todas las perspectivas imaginables, que puede interesar a todas las personas que de un modo u otro (desde la práctica del ciclismo urbano, hasta el diseño de planes de movilidad urbana sostenible) estén interesadas no solo en el ciclismo urbano, sino en la movilidad urbana en general. 

Ricardo Marqués Sillero

https://movilidad-activa.blogspot.com/2021/02/breve-resena-del-libro-cycling-for.html

 

La institución del trabajo y la administración de la pobreza

                                                              Tripalium. Instrumento de tortura; fuente de la palabra trabajo.

Nuestra sociedad es rica en pobrezas. La mayoría nos pasan desapercibidas, o nos las ocultamos vergonzantemente, o las tomamos por riquezas. Todas son graves para la autonomía y la dignidad de las personas y las comunidades. La pobreza material, es decir, la carencia de cosas, no pasa desapercibida sin embargo, e incluso es objeto frecuente de una atención algo morbosa y amarillista. Cuando así ocurre, tal focalización sirve, más o menos conscientemente, para reforzar la institución del trabajo y desviar la mirada de las otras pobrezas. El mensaje subyacente en tales casos es algo así: «¡cuánta carencia material padece y que mal lo pasa la gente que no trabaja!, qué bueno sería que trabajaran; qué importante es trabajar para producir más cacharros y alimentos industriales; bendita sea la industria y todo lo que la ampara; demos gracias al trabajo que tenemos y deseemos a los demás igual suplicio laboral, y que sean todos los demonios con quienes pretendan escapar a la pobreza material sin trabajar. Amén». Las pobres autoridades, tan necesitadas de poder o notoriedad, encuentran muy allanado su camino con tales jaculatorias: solo tienen que jurar ceremoniosamente que fortalecerán la institución del trabajo para luchar contra la pobreza, doblando los recursos para nuevos megaproyectos industriales.

Como este escrito es un artículo de opinión que exime de rigor científico, propondré, a modo de juego argumental, que la causa de fondo de la pobreza material no está en la falta de trabajo, sino en la misma institución del trabajo y que atacar seriamente aquella exigiría arremeter contra esta. Lo haré valiéndome de algunos tientos enlazados:

1) Lo que llamamos trabajo es una idea, más precisamente, una creencia institucionalizada. Como tal, es del mismo tipo que la creencia cristiana de la eucaristía, o que la creencia protestante en la predestinación, o que la creencia hindú en el samsara o ciclo de las reencarnaciones, o que la necesidad de corazones humanos para el Quinto Sol de los aztecas. Las consecuencias prácticas para la gente de unas u otras creencias son bien diferentes, pero en todas partes las instituciones se configuran haciendo honor a una cierta creencia, convirtiéndola en oficial y facilitando la prominencia de un cuerpo de administradores de la misma. En cada civilización se entiende que la continuidad del mundo o su salvación depende de que se dé cumplimiento a las exigencias que se supone que derivan de su creencia entronizada. Así las castas en la India, las guerras floridas de los aztecas, la Inquisición católica, el ascetismo intramundano de los calvinistas, etc.

2) La creencia hegemónica de la civilización occidental es que la humanidad toda viene huyendo desde el principio del hambre y otras carencias físicas, que a esto se ha dedicado determinantemente, aunque a menudo se ha engañado a sí misma creyendo que se dedicaba sobre todo a cumplir ritos y credos religiosos. Y que viene logrando, con diferente éxito, escapar a la necesidad material gracias a algunas actividades humanas, las que llamaron “trabajo” (tripalium) los primeros economistas hace un par de siglos. Ha sido tal el éxito arrollador de esta idea propagada por la escuela filosófica de los economistas, que quizá ya no quede ninguna persona hortelana, pastora, alfarera, tornera o albañil que dude que las singulares actividades que cada una hacen, y sus distintas implicaciones, son en esencia la mismo, trabajar.

4) La entronización de esta idea de los economistas avoca a que los mejores talentos y energías sean puestos al servicio de grandes organizaciones hipertecnificadas, porque se asegura que son más progresadas o productivas. Así mismo, la concentración de poder –público o privado- se legitima en el supuesto de que es bueno para el progreso tecno-industrial y el crecimiento de Producción, que se logra, como es generalmente creído, con más y mejor trabajo. Ello constituye, con toda consecuencia, el evangelio del trabajo y la religión de la máquina, como afirmó Lewis Mumford.

5) La creencia en el trabajo y la producción como medios para escapar a la necesidad material se ha mostrado inmune, hasta ahora al menos, a contundentes evidencias de que muchas de esas actividades no solo no crean recursos materiales, sino que los dilapidan o los destruyen. Así el despilfarro de petróleo, el empleo de química agrícola que desertiza la tierra y envenena el agua, toda la industria militar, o buena parte de la minería, que devasta territorios para que, por ejemplo, los niños tengan pilas en sus cacharros matamarcianos y los papás 4×4 para ir al súper a por comida industrial plastificada.

5) En coherencia con el dictado de tal noción de trabajo, las políticas públicas se diseñan para premiar a quienes hacen actividades clasificadas como trabajo, o contribuyen a que se hagan, y penalizar a quienes no las hacen. Nadie es libre de justificarse hoy al margen del trabajo, como no escapan al samsara los hindúes, o a la condenación eterna los pecadores cristianos. Nuestro orden del trabajo exige que los poderes públicos preserven un reducto de población con carencias materiales, que varía según las coyunturas y las regiones en extensión y gravedad. Es una de las varias estrategias para garantizar la sumisión del conjunto de la ciudadanía al trabajo, que para eso es el cauce principal de reconocimiento social y puerta de entrada a los derechos del llamado Estado de Bienestar. Afirmar que las políticas públicas amparan el mantenimiento de un estado de pobres materiales parece inverosímil, o que se desliza hacia una interpretación conspiratoria o maquiavélica. Pero si le damos la vuelta ya no parece tan conspiratorio: el orden institucional premia todo aquello que pasa por ser trabajo o por contribuir al mejor trabajo, lo que supone desatender, rebajar y, si es el caso, castigar todo lo que se cree que no lo es o que no contribuye a mejor trabajar.

6) La realidad de los subsidios de desempleo ilustra sobre el castigo organizado para proteger la institución del trabajo. Ahora son llamados  rentas mínimas o ingresos mínimos vitales, pero siguen siendo diseñados para penalizar a todas las personas que no pueden acreditar que trabajan como es debido. Tal penalización, debido al avance de la técnica burocrática, se logra hoy de modo mucho más insidioso y ubicuo de lo que la Inquisición pudo nunca perseguir el descreimiento celestial.

7) La propuesta de la Renta Básica Universal, que defendemos en la asociación Andalucía por la Renta Básica Universal, adquiere pertinencia cuando se rechaza la creencia en el trabajo y la producción. Porque es un derecho desvinculado de la situación laboral y patrimonial de las perceptoras.

Si estos tientos argumentales fueran verdaderos, la protección pública de que goza el trabajo y los subsidios no solo no remediaría la pobreza material, sino que sería su garantía de continuidad. Una mirada de pájaro a medio siglo largo de vigencia de estas políticas parecería darnos la razón, porque ese tiempo llevan aplicándose y la pobreza material y el sometimiento al trabajo no han dejado de crecer. Pero debe haber otras causas para explicar esta paradoja, que sin duda la escrupulosa ciencia económica podrá descubrir. Ya advertimos que este escrito carece de rigor, así que no lo tomen en serio, pues lo que es de rigor es que el trabajo no es una creencia. Precisamente, si algo caracteriza a nuestra civilización es haber superado todas las creencias para dedicarse al trabajo. Da miedo pensar qué ocurriría si la humanidad dejara de trabajar: sería el apocalipsis. Menos mal que siguen ahí los sindicatos y nos recuerdan en sus pancartas la santidad del trabajo. ¡A trabajar!, o a superar las oposiciones a pobre exigidas para cobrar el Ingreso Mínimo Vital.

 

Antropólogo. Profesor de la Universidad de Sevilla.
https://portaldeandalucia.org/opinion/la-institucion-del-trabajo-y-la-administracion-de-la-pobreza/