EFECTOS DE LA DESIGUALDAD ECONÓMICA


En el mundo la riqueza se divide entre los más ricos, que son un 1% de la población, y el resto. Los efectos de la desigualdad se conectan con la falta de progreso económico y con la quiebra del modelo social.
La desigualdad, en cierto grado, puede ayudar al progreso y el crecimiento económico, y de esta forma recompensar a las personas que se han esforzado y están asumiendo riesgos. Esta afirmación está recogida en los estudios e investigaciones sobre desigualdad y crecimiento económico. Hay que considerar que una vez superado tal grado de desigualdad necesaria se produce un efecto negativo sobre el crecimiento que se refleja en la estratificación social y en la captura de las instituciones democráticas por parte de una pequeña élite de la población, como dice el economista francés Piketty.
En esta situación nos encontramos. La desigualdad además de repercutir en el crecimiento económico genera un empobrecimiento social. Además la concentración de riqueza facilita el secuestro de las políticas públicas y la corrupción ya que las leyes favorecen a los más poderosos y por tanto se desvanece la igualdad de oportunidades, que es para lo que vela o debería velar el Estado.
Un estudio sobre los ultra-ricos del mundo, World Ultra Wealth Report 2014, analiza el nivel de riqueza extrema por región, país, fuente de riqueza y género. Aquí se recoge entre otros que un 0,004% de la población mundial controla el 13% de la riqueza mundial, de los que el 87% del total lo componen hombres y el 13% mujeres.
En cuanto a España, los ricos han mejorado su situación en el contexto de crisis en un 15,4%. Nuestro país se sitúa en el quinto mejor país de Europa en expectativas para su crecimiento (para el de los más ricos) después de Luxemburgo, Austria, Dinamarca y Grecia. Hay que recordar que de estos países, España y Grecia, han sido intervenidos y rescatados como consecuencia de la situación.
Igual sucede en Latinoamérica donde uno de los países donde mejor les ha ido a los más ricos es Nicaragua, recordando su bajo nivel de desarrollo siendo el país que menos produce en América.
Por su parte un informe de Unicef nos dice que en España hay casi 1 millón de niños en una situación precaria tras la crisis. Hay casi 3 millones de personas que vive en el umbral de la pobreza, con menos de un 60% de la renta media.
Esta claro que a unos pocos les va bien mientras a muchos les va mal. No hay equilibrio. Por eso los gobiernos y las políticas públicas no pueden esperar a los brotes verdes. Es necesario tomar medidas que no protejan los intereses de los más ricos si no las desigualdades y la pobreza seguirán creciendo.
Hay que empezar con las leyes. Hay que atender a los acuerdos que se adoptan en la lucha contra la desigualdad y que están demandado los ciudadanos. Está bien la declaración de intenciones, pero hay que llevar las normas a la práctica, cosa que se hace en casos aislados. Uno de los primeros pasos está en la política fiscal, que debe ser justa y servir para distribuir la riqueza y no para agudizar la pobreza.
Hay que continuar por la educación. El bienestar en el futuro dependerá de la educación de las personas. La inversión en formación marcará el proyecto vital individual y su repercusión en lo colectivo. Esta debe generar oportunidades para todos y no solo para unos pocos. Además se podrá traducir en trabajo dignos que garanticen un nivel de vida decente.
Cuando seamos capaces de intervenir con determinadas medidas podremos evaluar su impacto. Será más sencillo para los ciudadanos, porque no habrá que explicar mucho ya que se notarán los resultados. Si no veremos como, que por mucho que nos empeñemos, será imposible decir cada mañana que estamos en la senda de la recuperación, que somos los campeones del déficit, etc. Casi es más seguro hacerse del Rayo Vallecano.


Juan José Maldonado Briegas

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